VIENTO ALBORNÉS

Horror en el supermercado

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la ministra de Igualdad, Irene Montero, y la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la ministra de Igualdad, Irene Montero, y la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra. / EFE

F. Javier Casado

F. Javier Casado

La canción «Horror en el Hipermercado» que escribieran el gran Carlos Berlanga y Nacho Canut, con la que abrieron los renombrados años ochenta, se presta a mucho morbo en este inicio de 2023 gracias al yeti de la inflación y a la naturaleza impía de algún propietario de supermercados, que no en vano se denominan cadenas, como dijo la ministra del Gobierno y secretaria general de Podemos Ione Belarra, inmediatamente secundada por el vicepresidente de la Generalitat y líder de Podem Héctor Illueca en el País Valencià. Menos mal que vuelve el patrón y Antonio Garamendi, a la sazón reelegido presidente de la patronal CEOE, ha denunciado la estrategia gubernamental de desprestigio contra los empresarios (sic), personalizando en el capitalista despiadado (Belarra dixit) Juan Roig, de la ibérica Mercadona, con una línea más dura que la del presidente Pedro Sánchez cuando este verano habló de Botín versus Galán, cosa que le han hecho pagar en la llamada cumbre de Davos para el mundo rico.

Dice don Antonio que hay señalamientos, cuando él se descolgaba hace poco tiempo, precisamente durante su proceso de reelección, con declaraciones sobre el problema de algunos sectores hosteleros para encontrar personal, ya que no sabía si era debido a la aptitud o a la actitud (sic) de los trabajadores, pues suponemos que salarios, horarios o vivienda son temas ajenos a su persona; como que hace unos días saltase hasta las televisiones la inspección de trabajo desmontando una veintena larga de contratos ilegales a inmigrantes en una empresa de hostelería, donde a cambio de una regularización que nunca llegaba y una remuneración mileurista se trabajaba, con excelentes aptitud y actitud, durante doce horas diarias los siete días de la semana. Y aclaramos esto desde el desacuerdo total con personalizar en el valenciano Roig, como en su día también fue impropio lo que dijo Podemos del gallego Amancio Ortega, padre del imperio textil Inditex.

Las razones son elementales y la primera es impedir teorías conspiranoicas de la patronal más rancia; obviamente el capitalismo salvaje no lo dirigen personas físicas, sean empresarios de éxito o saurios de la banca y las energéticas, por más que los hay del yunque peligroso o muñidores políticos, sino que obedece a inmensos fondos financieros, con una mayoría de accionistas que ni siquiera caben en la categoría de ricos, que eligen, de la misma forma que en nuestro tiempo los partidos políticos -vaciados de estructuras reales internas para el debate y el control programático-, a una cúpula de dirección, tipo mesa camilla de diseño, encabezada por un omnisciente líder, el hoy denominado CEO, cual oráculo que liquidan en cuanto bajan los ingresos de sus fieles. Los propios economistas se pasan la vida revisando sus previsiones y perspectivas, pues la ganancia, mucha y siempre, es algo insostenible tanto para el planeta como para sus ocho mil millones de habitantes. Más que despiadado es suicida.

En cuanto a las aptitudes, dejando aparte la actitud del menda de la CEOE, quizá debiéramos reflexionar sobre lo que se exige en el reino de España a un propietario o patrón empresarial para tomar decisiones sobre las vidas y haciendas de empleados y así mismo de clientes y proveedores: ninguna titulación. Incluso para trabajar hoy en día en labores tan dignas y duras como pueden ser la limpieza o la recogida de nuestras basuras, los empleadores públicos y privados piden acreditar un mínimo de estudios, pero para poder juzgar sobre las actitudes y las aptitudes ajenas: nada de nada. Ergo quizá si nuestra patronal fomentase la formación en las empresas de altos directivos y de amos o dueños, mejorarían muchísimo las aptitudes y, por lo que respecta a las actitudes, apliquen salarios justos y cumplan las leyes laborales con esmero y verán asombrosos resultados. Si hay alguien que se está forrando, como dedujo la vicepresidenta Yolanda Díaz, de UP, hay que poner luz, taquígrafos y remedios.