Bolos

Vivir de la queja

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

Analizamos poco el factor patológico en la política. Lo digo por la resurrección del economista Ramón Tamames como posible candidato de la extrema derecha -aún está desojando la flor-, para la moción de censura contra Pedro Sánchez. Obvio que el exdiputado del PCE dispone de todo el derecho para cambiar de bando ideológico, no es el primero, ni será el último, e incluso meterse con su edad resulta improcedente, pues solo tiene seis años más que John Baden, que acaba de demostrar su estado de forma con la orden de derribar el globo espía chino sobre el Atlántico. El tema es el despecho de algunos cuando en sus organizaciones no se les hace ni caso, y ellos se creen imprescindibles. Los elogios ahora a Tamames vienen por descubrir el camino correcto tras sus pecados marxistas. Lo mismo pasa con Felipe González, adorado por gentes que cuando era presidente recibía la misma consideración y desprecio que el actual inquilino de la Moncloa.

Tamames fundó Izquierda Unida, igual que Joan Ribó, por ejemplo. Luego fue distanciándose hacia el extremo opuesto, cosa que el alcalde no ha hecho, como muchos de los antiguos militantes del PCE. Lo digo porque el otro día el dichoso algoritmo hizo que entrará en mi muro de FB las imágenes de la última reunión de la asamblea del PCPV de València. Se veían algunos jóvenes, pero sobre todo camaradas de la añada de Tamames, y me preguntaba que pensarán de Tamames, porque seguro que más de uno lo había tratado en alguna reunión del partido. El candidato propuesto por Vox ha recorrido el mismo trayecto que antiguos votantes comunistas de la periferia parisina, y los de Abascalsolo hacen que copiar a Le Pen. Una jugada en la que no tienen nada que perder, y encima ponen en un brete al PP, que en definitiva es de lo que se trata cuando disputas el mismo espacio electoral. Aunque la gran diferencia es que existe una confluencia de todo el universo conservador español en torno a Feijóo. Así que el veterano luchador antifranquista auspiciado por posfranquistas puede dar una auténtica lección de antipolítica, el fin único de los populismos totalitarios.

La queja continua tiene un techo electoral cada vez más grande. Destruir cuesta mucho menos que construir, y ese es la asignatura pendiente del bipartidismo, porque además de no contar con liderazgos sociales consolidados, tienen diarias amenazas por sus extremos. Con una salvedad, el PP intenta obviar a Vox porque lo necesita, por mucho que moleste, mientras que el PSOE ha puesto en marcha una campaña de desmarque de Unidas Podemos para ganar espacio por el centro. Una jugada arriesgada, porque la inmensa mayoría de votantes de Ciudadanos van al PP, y una parte significativa a Vox, y ahí los socialistas no tienen nada que rascar, mientras que necesitaran a Podemos en Madrid, a lo que salga de la operación Yolanda Díaz, y antes en mayo a Compromís aquí. Confundir educación con devoción ha sido una constante en la parte mayoritaria botánica respecto al mundo económico. Pero igual que con Feijóo, la patronal valenciana sabe que su candidato es Carlos Mazón. Un error de bulto, otro más, porque para vivir de la queja continua mejor el original que la copia.

Suscríbete para seguir leyendo