Tribuna

Las fallas que vienen

Mascletà

Mascletà / L-EMV

Sandra Gómez

Sandra Gómez

Las fallas que vienen no son las de este año, son siempre las del siguiente. El propio ser de la fiesta es una puerta al futuro, una renovación constante. No debe haber muchas ciudades que hagan de quemar lo viejo y empezar de nuevo su momento del año. Y por eso tampoco debe haber muchas sociedades como la valenciana, que en cualquier momento, hasta en los más difíciles, tiene siempre esperanza de renacimiento, ganas y vitalidad. Somos optimistas militantes y como decía Berlanga un pueblo pirotécnico. Y con nuestros defectos y nuestras virtudes, ya querrían serlo muchos.

Si no, cómo se explica que decenas de miles de falleras y los falleros, artistas, indumentaristas, orfebres, floristas, bandas de música, peluquerías… hayan resurgido más fuertes de los años más duros de nuestra historia reciente con más fuerza e ilusión. Que se interrumpiera todo pero no las ganas de música, pólvora, arte y alegría. Que desborden ya nuestras calles antes de empezar propiamente la semana fallera. Que seamos una de las pocas grandes ciudades que se identifican por y con su fiesta. Que nos hemos ganado celebrar las Fallas como merece nuestra ciudad. Que son las fallas del esfuerzo incansable de todos y cada uno. El esfuerzo también que decidimos como Ayuntamiento, en representación de la ciudad, de no dejar caer la fiesta cuando no era posible. Y si en la pandemia los socialistas lanzamos esas ayudas directas, ahora es el momento de que la ciudad disfrute y que como hace cada comisión, incluso antes de que acabe la fiesta, miremos hacia el futuro. A las fallas que vienen.

Unas en las que creo que podemos ampliar la presencia de las fallas y su huella en la ciudad durante todo el año, también su capacidad para albergar más proyectos de vida. Unas Fallas que concentren los días festivos para que la fiesta sea más amplia y compartida pero también fomente la convivencia y facilite la conciliación.

Unas fiestas en las que la que la Ciudad del Artista Fallero sea, precisamente, una ciudad del artista fallero y no se convierta en un cajón compartido con otras actividades. Por eso, he propuesto que la Generalitat compre las naves para que vuelvan a ella quienes tuvieron que marcharse y que sea un auténtico distrito de artistas.

Unas fallas en las que rememos juntos, porque las fallas son muchas cosas pero también una fuente inagotable de capital social. Un sitio de convivencia, de aprender a colaborar y también a gestionar las diferencias. Son una escuela de ciudad. Y eso implica que adaptar las fallas a los tiempos que vienen cuidemos los consensos y seamos capaces de establecer objetivos comunes sobre algunas bases que creo que todas las personas compartimos en pleno año 2023. Especialmente, en el reconocimiento de la mujer y su papel fundamental, pasando desde las falleras mayores y presidentas de las comisiones hasta la FMV y su corte de honor. Protagonistas, embajadoras y representantes que han de tener voz y voto. Conquistar nuevos espacios, sin perder los que ya tienen. Porque en una sociedad donde las mujeres hemos de pelear cada centímetro por tener las mismas oportunidades no podemos ceder ninguno en la fiesta.

La fiesta a lo largo de la historia ha dejado claro una cosa, que es mejor cuando estamos unidos. Y eso es por lo que hay que trabajar, por escucharnos, por dejar hablar a quienes tienen más experiencia, pero también a las nuevas ideas que vienen de la mano de los más jóvenes que quieren seguir escribiendo el futuro de nuestra fiesta. Y han demostrado que en una sociedad donde importa demasiado el código postal en el que nazcas esta es una fiesta que se da en cada rincón de nuestros barrios. Y son y deben ser cada vez más policéntricas. Ya que en cada una de las calles hay tradición y hay presente. Ya que más allá del centro o los centros sobre los que gravita más la atención, que no las fallas, hay fiesta. Las fallas son una fiesta de calle, de barrio. De todos y todas.

Como administración debemos poner las cosas más fáciles. Y eso implica agilizar la burocracia para que puedan desarrollar las actividades culturales a las personas que voluntariamente levantan unas fiestas que no podríamos hacer sin ellas y ellos. Por eso, gracias. Porque no sé si podría haber una València sin fallas, pero no sería la nuestra. Y sinceramente, tenemos la suerte de tener esta ciudad con ellas. Buenas fallas 2023 y como siempre, mejores fallas que vienen.