A Vuelapluma
El laboratorio valenciano
Ya somos europeos. Allá en los 80, cuando el Un, dos, tres… era un altar de comunión semanal, el cómico Antonio Ozores (valenciano) hizo famosa la frase (o similar) cuando España pasaba a ser miembro de lo que entonces era la Comunidad Europea.
Para lo bueno y lo malo, con ironía y sin ella, éramos y somos europeos. Y las corrientes políticas hace mucho que no se paran en los Pirineos. La extrema derecha gobierna en Hungría, Italia, Polonia, Eslovaquia, Estonia y Letonia y tiene una fuerza notable en Suecia o Francia. Y en el campo regional, ahora también lo tendrá en la Comunitat Valenciana, que sigue los pasos de Castilla y León, porque ya no se trata de apoyo externo, sino de ocupar parcelas de poder, que es el objetivo que Santiago Abascal repite desde hace meses.
Lo de la C. Valenciana, por mucho que pueda desesperar, no es una sorpresa. Sorpresa es lo rápido que ha ido, pero cualquiera sabía que esto iba a acabar así, porque las urnas lo dijeron. Para que Carlos Mazón pudiera formar un Ejecutivo estable, necesitaba el apoyo de Vox. Y eso es lo que ha pasado. Hubiera sido evitable si alguno de los partidos de izquierda hubiera apoyado al PP, pero la sociedad no está madura. Nuestro peor pasado (la guerra y la dictadura) aún está muy cerca y también el legado de la última etapa del PP. Hubiera sido muy difícil de digerir para simpatizantes socialistas y de Compromís. Y además, ha quedado claro que al votante de la derecha no le produce urticaria la amistad con Vox. En la mesa de seis ayer en las Corts (tres por cada partido), cinco tenían un pasado claro y transparente ‘popular’. Es lo que hay.
Así, de nuevo, la C. Valenciana vuelve a ser laboratorio de una experiencia que en España solo tiene el antecedente de Castilla y León (de menor dimensión demográfica y económica) y que, de nuevo, puede ser precedente del Gobierno de España. Porque Abascal lo quiere. Su respuesta a la línea roja que marcó Génova no ha sido plantarse, sino retirar del mercado valenciano al candidato condenado por violencia machista. Abascal lo ha puesto fácil. Habría que preguntarle si le importa mucho la C. Valenciana o si está pensando en quitar todos los argumentos a Núñez Feijóo para sentarse juntos en la Moncloa. El PP, mientras tanto, puede vender que ha pactado con la ultraderecha, pero después de que esta eliminara sus líneas rojas. Es lo que hay.
Así es, es lo que hay, no es sorpresa, pero lo peor de todo es qué va a pasar con derechos civiles como la lucha contra el machismo y la homofobia, qué va a pasar con las medidas contra el cambio climático. O si va a ser un derecho poder expresarse en valenciano en cualquier lugar. O si dentro de poco el Consell y la Generalitat se van a poder seguir llamando así. Porque, a veces, en los laboratorios también ocurren accidentes.
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