Cara a cara entre cucarachas y palomas

Como el «método ético» contra las plagas se ha demostrado poco efectivo, hay que volver al científicamente contrastado

Cara a cara entre cucarachas y palomas

Cara a cara entre cucarachas y palomas / MANUEL LORENZO

Joan Carles Martí

Joan Carles Martí

Un grupo de palomas molestan a un turista en una terraza.

El pasado mes de abril, la concejala Marta Torrado (PP), entonces en la oposición, señalaba que la falta de limpieza y de una lucha eficaz contra las plagas habían disparado las quejas por cucarachas y ratas en el ayuntamiento. Sin duda es la molestia vecinal más común, y que ahora, ya en el gobierno municipal, Torrado y el resto de sus compañeros estarán manos a la obra. Pero por favor que incluyan las palomas, el huésped inesperado en esas terrazas que espero sean más respetadas que antes, porque son un elemento de cohesión cívica, económica y reputacional. Desaparecido el componente animalista del ejecutivo consistorial es el momento, como dice el eslogan de campaña del PP. Vamos primero con las palomas, que están más controladas. El último censo de avifauna elaborado por el ayuntamiento (finales de 2021) registró 24.758 palomas, una cifra prácticamente similar a la del año anterior (24.816), que condujo a la entonces concejala de Bienestar Animal, Glòria Tello, a concluir que la plaga se había controlado con «métodos éticos».

Piensos ineficaces.

Me impresionó mucho aquel argumento. No sé si fue porque todavía eran tiempos de mascarilla o porque estaba con el periódico en una terraza leyendo eso cuando dos palomos se abalanzaron hacia el platillo de olivas que por gentileza acompañaba la cerveza. Luego vino el caos. Al ahuyentar con el diario a las aves, me llevé detrás la caña que estalló en mil pedazos nada más tocar tierra, al tiempo que salpicó el vestido de dos honestas señoras que discutían de vacunas frente a dos cortados descafeinados. No aceptaron ninguna excusa, con razón, así que me convencí de que los «métodos éticos» eran insuficientes. Pese a los dispensadores de piensos esterilizantes para las palomas, ubicados en 16 tejados de edificios en diferentes puntos de la ciudad para evitar que las palomas hagan una posta de huevos viables, que seguro eran muy eficientes para el medio ambiente, han sido muy pocos efectivos, a las pruebas me remito.

Vuelta a empezar.

València dispone de nueve palomares ecológicos con capacidad para 2.000 ejemplares instalados en los parques de Viveros, Rambleta, Ayora, Benicalap, Marxalenes, Nazaret, Orriols, Oeste y Polifilo; mientras que los anticonceotivos avícolas están el Mercado Central, el de Russafa y el del Cabanyal, en las azoteas de alguna comisaría de la Policía Local, como Marítimo, o en varias bibliotecas y en la Catedral. Por tanto, y aunque me cueste mucho reconocer el fracaso de la siempre bienintencionada Tello, habrá que volver al método cruel de capturas masivas, donde después esos ejemplares eran gaseados o destinados al tiro a la paloma. No queda otra.

‘Panderoles’.

He tenido que acudir a san google para aclararme las diferencias entre cucarachas (aplanadas y ovaladas) y escarabajos (redondos y curvilíneos), porque en autóctono, panderola es más inclusivo. Lo que tengo claro desde hace mucho por tradición familiar es el remedio doméstico del potaje de bicarbonato de sodio, agua y azúcar para aplicar en agujeros, grietas, tuberías y desagües. Está claro que ese arreglo no sirve para la epidemia de la rojiza cucaracha americana que invenden nuestras calles. Y aunque los mejores tratamientos empiezan siempre en la prevención, y como sospecho que también se ha aplicado un cierto «método ético» contra el crustáceo de alcantarilla, toca mascletà de insecticida de máxima potencia.

Invasión de ratas.

Como no veo a la alcaldesa Catalá inaugurando el moderno hotel felino con vistas a la huerta de Tavernes Blanques de Vetges Tu (2,7 millones), también hay que actuar con racionalismo humano y dejar libre a la colonia gatuna para que practique la evolución de las especies, ese mecanismo de la selección natural de Darwin, qué visto lo visto se ha demostrado como el mejor animalismo posible para la comunidad urbana, botánica incluida.

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