la columna

Ese coro de azul, el que debería cantar sin Vox

Javier Arias Artacho

Javier Arias Artacho

Dicen que no hay más sordo que aquel que no quiere oír y nada más peligroso que te lidere aquel que no ve tres en un burro. Es la necedad del avestruz que, ante el peligro, esconde la cabeza para espantar los problemas. Pero la realidad parece clara como un amanecer diáfano después de una noche de tormenta: Vox es un problema para España. Digo para España y, por ende, para el PP que no ha sido capaz de comprender suficientemente que las siglas verdes concitan miedos y odios en una mitad del electorado español, lo mismo que sucedió con los defenestrados de Podemos.

Bien es cierto que la habilidosa tergiversación de la izquierda ha conseguido convertir un gato huraño y malhumorado en un peligroso león. Vox es ruido y confrontación, pero mucho más inofensivo de lo que le gustaría a Pedro Sánchez. Sin embargo, sin estridencias y propuestas conflictivas no habría carnaza. Vox afronta la realidad del mismo modo que sus ruedas de prensa: vetando a medios hostiles y renegando del mundo que no es como ellos. Es la vieja necedad de los iluminados, de los que se preparan para la batalla con un ejército extravagante y diezmado, encomendando su victoria ante la armada invencible de la misma forma que Ícaro se lanzó hacia el sol con sus alas de cera.

Vox no tiene futuro. Su terco empeño en creer que se puede cambiar el mundo desde una ridícula minoría, con su tono faltón y su discurso prepotente no tiene largo recorrido. De hecho, sus ocurrencias políticas han sido el salvavidas para el gobierno de Pedro Sánchez, cuestionado por parte de su partido y por una buena parte de la ciudadanía española. Pero es hora de que Vox se entere: buena parte de los votantes prefieren el sanchismo y el independentismo a cualquier tipo de gobierno con ellos. Y para gobernar hay que sumar, hay que forjar mayorías. Esta es la realidad de la política: fin de la historia.

Vox es un problema y, si el PP después de las fallidas elecciones del 23 de julio no abre los ojos y constata que lo es, el problema se postergará in aeternum. No han venido a cambiar España, sino a frenarla, imposibilitando una alternativa. Soy consciente de la buena voluntad y el deseo de cambio de muchos de sus votantes, pero ha llegado la hora de que abran los ojos: están disparando balas de fogueo, de esas que hacen mucho ruido y parecen fuegos artificiales para muchos, pero que son solo humo que dejan la fortaleza al descubierto mientras las huestes que ellos odian a muerte llegan a la población… sin resistencia.

Quien quiera oír que oiga, amigos.