Reflexiones

Operación Rodríguez

Carles Arques

Carles Arques

Este diario titulaba hace unos días una información sobre el desembarco de altos cargos del PP -presidente de la Generalitat, de la Diputación y conseller de Sanidad- en Ontinyent con una inquietante frase: Operación Rodríguez.

La Operación Rodríguez existe y va más allá del acuerdo entre el PP y el partido de Jorge Rodríguez para apartar a la izquierda de la presidencia de la Diputación. Su recorrido es mucho más amplio. Sería ingenuo pensar lo contrario.

La letra pequeña del pacto no la conocemos, pero acabaremos sabiendo los detalles. «El que ara no es pot saber ni pagant acabarem sabent-ho sense pagar», sostiene la sabiduría popular, (la de los pueblos, no la del PP).

Lo que sí sabemos con certeza es que la mercantilización de la política, por decirlo suave, encaja a la perfección con la forma de funcionar que históricamente ha movido al PP. Una forma de actuar que los valencianos conocen perfectamente y que no es necesario detallar.

Con el regreso del pasado zaplanista a la primera línea del Consell y el nombramiento de altos cargos que ya trabajaron para Eduardo Zaplana viene también a la memoria la operación que el PP, entonces con el siete veces conseller Rafael Blasco como ideólogo de cabecera, puso en práctica en los años 90 con la creación del Partido Socialista Independiente (PSI).

Aquello, para quienes no lo recuerden, fue un instrumento bien regado por el PP que tenía como único objetivo dividir a la izquierda en las comarcas. En la Ribera se recuerda perfectamente lo que significó el blasquismo y creo que tampoco hará falta recordar el historial de corrupción posterior, con los fondos de cooperación como hito más deshonroso.

Quien les habla no es alguien ajeno a Jorge Rodríguez. Cuando nadie creía en él, fuimos unos pocos los que le pusimos nuestro hombro, nuestra convicción y nos enfrentamos al aparato de nuestro partido convencidos de su inocencia. Por todo eso, el ‘rodrigazo’ es justo contra lo que luchamos muchos comarcalistas convencidos del PSPV y quienes hasta el último minuto confiamos en Jorge.

Por eso es poco ético y moral que Jorge haya vendido y traicionado a tante gente, muchos de ellos amigos íntimos, que dieron la cara por él y que lo haga a cambio de cargos, asesores, inversiones y no sabemos cuántas cosas más.

Empiezan a verse paralelismos muy evidentes entre la Operación Rodríguez y la que Blasco puso en marcha. Pero hay dos similitudes que ya parecen incontestables: muchos ceros en el cheque y muy pocos escrúpulos.

Muchos ceros deben ser para que el presidente de la Diputación, Vicent Mompó, asegure en su primera entrevista tras asumir el cargo que el de la Vall es «un fichaje caro, pero necesario» y que su partido ya tenía asumido ese «gasto». Un «gasto» que es razonable pensar que destinarán a compra de voluntades y mercadeo político y que será costeado, obviamente, con fondos públicos.

Porque para obtener la vicepresidencia de la Diputación, áreas de gobierno como cooperación municipal o las inversiones ya iniciadas en la Vall d’Albaida y previstas en el presupuesto del Botànic no era necesario traicionar los principios de un pequeño partido al que pensábamos progresista. Un partido que, para mayor gloria del PP, solo ha buscado desestabilizar y debilitar al PSPV desde que cerró su pacto muchas semanas antes de la votación del 14 de julio en la Diputación de València. Creer que era un partido progresista fue el gran error.

Un pacto en la diputación en el que conviene no olvidar el factor Vox, sin cuyos votos la formación de Rodríguez no podría ostentar la vicepresidencia por mucho que se presente como el muro de contención. No nos cuenten más esa broma.

La huella de la ultraderecha ya ha entrado en el gobierno de la Diputación. Y ese es el mérito de Ens Uneix. Igualdad se ha diluido en un área de Familia, aceptando la presión de la derecha radical, y la diversidad ha desaparecido de la estructura. Y ni hablar de comarcalización, algo que suena a chino a los más ultras. Hasta Vox lo ha visto claro: «Cambie de socios o cambie de principios», se tuvo que escuchar de modo vergonzante la vicepresidenta Enguix en el último pleno. «Usted señora es vicepresidenta gracias a nuestros votos», le recordaron.

Un cambio de principios de Ens Uneix que avergüenza a decenas de colectivos y asociaciones de la Vall d’Albaida y a la ciudadanía progresista. Un cambio de principios que obliga aún más a los socialistas a reforzarse en la Vall y en Ontinyent y dar una respuesta al electorado mayoritario que dio el triunfo a los socialistas en las elecciones del 23 de julio. Es el momento de devolver a toda esa base social el mejor instrumento que existe para hacer política: el PSOE.