VIENTO ALBORNÉS

Cien mil sanluises nos invaden

F. Javier Casado

F. Javier Casado

Hace ya demasiado tiempo que el relato imbécil o postverdad adelantó a la realidad humana convencional, pero llevamos un par de años eludiendo, por amor fraterno, comentar la renovada moda de referirse al reino de España desde algún púlpito presidencial de América Latina, especialmente López Obrador, como deudor de no se sabe qué a los virreinatos hispanoamericanos que se independizaron de la corona española hace dos siglos. Y se trata de «mentiracas» recurrentes, sobre todo alrededor de la conmemoración del descubrimiento del continente cada 12 de octubre, pero que ahora, al calor de la reunión entre los 27 países de la UE y los 33 de la CELAC (mediado julio), buscando retomar lazos muy abandonados, se volvió al soniquete de la deuda histórica, que obligaría a los pueblos europeos, no a EEUU, a disculparse y pagar por cuestiones que nos sacan de la Historia Contemporánea y nos retrotraen a las edades Media y Moderna. El tiempo de la reparación pasó, pero no el del populismo caudillista.

La verdad es que cobrar un peaje ancestral a los actuales habitantes de los territorios que un día invadieron y se instalaron, o no, en la Península Ibérica sería un chollo que acabaría con la deuda pública española y de la República de Portugal sin duda alguna. Es más, estamos en plena conmemoración del bicentenario de la penúltima invasión de España -la última la practicaron, alemanes, italianos y magrebíes durante la mal llamada Guerra Civil- por parte de las tropas francesas, y no nos referimos a Napoleón Bonaparte pasando temerario por Guadarrama con nieve en 1808 para tomar Madrid, sino al inicio de 1823, cuando las potencias europeas que formaban la Santa Alianza decidieron acabar con el régimen liberal español, y su Constitución monárquica de 1820 (reinstaurada La Pepa de 1812), para reponer en su plena soberanía al rey Fernando VII; ergo ordenaron una invasión, que fue prácticamente un paseo militar, conocida como la entrada de los Cien mil hijos de san Luis, pues eran unos 95.000 soldados.

Un 28 de enero de 1823, el parlamento francés esperaba en pleno la comparecencia de Luis XVIII ante la cámara, cuando el rey Borbón accedió a la tribuna para proclamar: Cien mil franceses están dispuestos a marchar invocando el nombre de san Luis para conservar en el trono de España a un Borbón (sic). Es decir, se cargaron de un plumazo el llamado Trienio Liberal, seguido de brutales represiones; fue el segundo régimen constitucional parlamentario monárquico, donde el rey no tenía poderes absolutos, cuyas consecuencias se vieron en la posterior Década Ominosa del conocido como rey felón, seguro que por esas palabras literales de: marchemos por la senda constitucional y yo el primero. Y, por cierto, el pronunciamiento militar de Rafael del Riego, tres años antes, paró la llegada hasta tierras americanas de los dieciséis mil hombres acantonados en las Cabezas de San Juan, antes de embarcar en Cádiz para sofocar los levantamientos independentistas en los territorios hispanoamericanos, nada menos.

Rafael del Riego y Flórez (Asturias, 7-IV-1784-Madrid, 7-XI-1823) fue un militar y político liberal monárquico que puso fin al absolutismo fernandino. Riego también dio nombre al famoso himno decimonónico conocido como Himno de Riego, adoptado por los liberales durante la monarquía constitucional y, más tarde, por los republicanos españoles durante la Segunda República (1931-1939). Murió ahorcado tras la restauración borbónica reaccionaria -pese a que el rey Fernando prometió en junio, en Cádiz, que si le liberaban no habría represión- impulsada por Francia y Europa, amén de traidores patrios. Suponemos que como el bicentenario de la denominada Revolución de 1820 pasó a hurtadillas, en un país celebra-todo, los doscientos años del vil asesinato del general Riego y bicentenario de la penúltima gran invasión de España por tropas extranjeras, en 1823, no correrá mejor suerte. Somos más del «vivan las cadenas» o «viva mi dueño» e ir hechos un Sanluis; quizá un AMLO.