El orgullo de la tranquilidad
La mayoría de toreros han querido imitar la sencillez de Julián López, 'El Juli', la naturalidad de su inteligencia, el reclamo clásico del arte del toreo, las leyes sagradas de su profundidad
Julián López, 'El Juli' ha colgado definitivamente el vestido de torear. Deja la profesión justo 25 años después de tomar la alternativa en Nimes (Francia) cuando era un adolescente de quince años.
Hijo de Manoli Escobar, que cosía cortinas en la pequeña tienda de decoración de hogar en el barrio de la Concepción, y de Julián López, novillero con los sueños rotos y posteriormente banderillero, se ha esforzado por vivir la vida que había imaginado. Esa que soñó de niño y que de adolescente avanzó con confianza en la dirección de sus sueños en México, país al que se marchó tras dejar atrás la nueva casa en Velilla de San Antonio (Madrid) para debutar con picadores el 16 de marzo de 1997 en Texcoco. Allí, en la Plaza México, con los tendidos llenos, indultó al novillo "Feligrés", un triunfo que le convirtió en el primer novillero en conseguir tal hazaña.
La vida imaginada de Julián era la vida del sabio, esa del que ama la sabiduría y sabe vivir de acuerdo con los dictados de su inteligencia. Una vida de sencillez, independencia, magnanimidad y confianza. "Van las grandes almas mucho más lejos", escribió el ensayista Michel de Montaigne en el final de sus días, "y se nos muestran no solo tranquilas y sanas sino orgullosas".
Pulverizó records
Por eso, el maestro madileño, en los últimos compases de su trayectoria, a sus 40 años, se ha marchado con el orgullo de la tranquilidad en Madrid y en Sevilla, plaza en la que pulverizó los respectivos 'records' logrados por Espartaco y Curro Romero, a lo que hay que sumar el indulto del célebre toro "Orgullito", un boyante ejemplar de Garcigrande que acaparó todos los premios en la Feria de Abril de 2018 y convirtió a 'El Juli' en el gran triunfador de aquel año.
El Juli ha pasado de ver los toros en la Andanada del "5" de Las Ventas de Madrid con toda su familia a retirarse por la puerta grande madrileña en un abrir y cerrar de ojos. La notica del adiós de un ser tan bien nacido para el toreo es como una loca pedrada al farol que alumbra la fama de la propia tauromaquia. Se marcha un caballero por sentimiento y pensamiento, por condición y vocación, que se exigía en cada tarde el máximo y estaba expuesto a perder cada carta que ganaba en un segundo delante del toro.
La sencillez
La mayoría de toreros han querido imitar la sencillez, la naturalidad de su inteligencia, el reclamo clásico del arte del toreo, las leyes sagradas de su profundidad. Como si fuera tan sencillo copiar la sencillez. Despedirse de 'El Juli es como despedirse de un ser querido. De golpe, te das cuenta de que la vida pasa por delante de tus ojos. Te despides de tu infancia en un chasquido de dedos, que decía la ganadería de Torrealta Pilar Prado, y de esos años en los que nos salieron los dientes viendo los toros.
Me quedo con una cosa, con lo inesperado, con el éxito de lo inesperado: ese triunfo de las horas corrientes de la vida diaria de El Juli frente a los temores mezquinos del fracaso y de la muerte. Y hacerlo durante 25 años como torero. Grandeza, maestro. Hasta siempre.
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