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Caminando entre la niebla

Gustavo Zaragoza

Gustavo Zaragoza

Algunas películas del género de terror planteaban sus primeras imágenes con una niebla envolvente, anunciando que la tragedia estaba a punto de aparecer. A partir de ese momento inicial, el realizador guiaba al espectador hacia emociones provocadas por el desconocimiento de lo que iba a suceder a continuación. El miedo es algo a lo que se acude desde la incertidumbre y las imagines difuminadas. El panorama actual ofrece alguna de esas características, estamos envueltos en conflictos internacionales que más allá de su ubicación geográfica tienen connotaciones geopolíticas y por tanto afectan a amplias zonas del globo.

Hay un sentimiento generalizado de inquietud acerca de las consecuencias que puedan tener los movimientos que estamos contemplando. El miedo es un mal consejero, hemos tenido ocasión de comprobar como la reacción frente a los actos violentos repite el mismo patrón, de manera que se produce una escalada de difícil previsión.

La niebla envuelve gran parte de las decisiones que se están adoptando en los territorios que actualmente atraviesan las crisis más graves, las imágenes que llegan son exclusivamente sus consecuencias, todas ellas terribles, envueltas en aquello que un director de cine desearía como elemento necesario para generar el miedo en el espectador. Estamos asistiendo a una infame representación con el dolor como gran protagonista, pero desconocemos las claves por las cuales se produce algo tan absurdo, un drama colectivo sin que se perciban actuaciones efectivas encaminadas a que pare la violencia.

Estamos caminando a ciegas, no sabemos a qué responde tanto dolor, simplemente el miedo hace que se responda a la violencia con la misma moneda. Difícil e inútil tarea la de identificar quien dio el primer aviso y generó, en cascada, el resto de reacciones hostiles.

Es evidente que no se puede zanjar una agresión con un apretón de manos, sabemos que esa lógica no existe, pero tampoco está muy claro porque la muerte de unos cuantos debe generar la muerte de muchos más, al menos en el siglo XXI, cuando ya somos suficientemente conocedores de horrores, genocidios, matanzas… que nos aterrorizan cuando las contemplamos con el retrovisor pero que no movilizan a la solución en el momento en el que están ocurriendo.

El papel de los organismos internacionales resulta fundamental para evitar este derroche absurdo de vidas humanas, y no pueden quedar paralizados por el miedo, ya que su tarea debe de estar envuelta en madurez y responsabilidad, mediante la adopción de medidas contundentes.

Es necesario parar las guerras ya, despejar la bruma que no está permitiendo valorar el auténtico calibre de la barbarie, y poner punto final a esta crueldad.