Cava de Requena

Cristóbal Aguado

Cristóbal Aguado

Me gusta tanto el nombre ‘Cava de Requena’ que no he encontrado uno mejor para titular esta tribuna. Es el nombre elegido unánimamente por el sector vitivinícola valenciano y la Generalitat. Y es el nombre que la Justicia –primero el Tribunal Superior de Justicia de Madrid y ahora el Tribunal Supremo– avala para denominar el espumoso elaborado en Requena.

Aún no entiendo por qué las bodegas catalanas se han opuesto al nombre que decidieron los valencianos. A nosotros no se nos ocurriría decirles a los catalanes o extremeños cómo tienen que llamar a sus productos. No sé si han actuado así porque están asustadas del crecimiento que el cava valenciano está experimentando en el mercado o por otras razones extrañas. Lo seguro es que nuestro cava es un producto de alta calidad, basado en un cultivo de la uva más rentable cuya superficie todavía puede aumentar, y tiene un futuro brillante por delante.

El año que acaba no solo ha tenido batallas en los tribunales, las ha habido y no menos duras en los despachos. Ante las elecciones europeas de 2024, la Eurocámara ha votado sobre varias propuestas de la Comisión, muchas de ellas diseñadas desde la ideología y el falso ecologismo, que se empeñan en menoscabar la competitividad de la agricultura europea. El nombramiento del valenciano Miguel Minguet como vicepresidente del grupo de trabajo de Cuestiones Fitosanitarias del Copa-Cogeca nos ayuda a tener una voz más fuerte y directa frente a estos desafíos.

Solo en el último mes hemos cosechado dos buenas noticias. La primera fue la renovación del glifosato, un herbicida que no cuenta con alternativas viables pero que los pseudoecologistas insisten en prohibir porque lo han convertido en un símbolo del capitalismo al que hay que derruir. Y la segunda fue el rechazo del Parlamento Europeo a la propuesta del reglamento comunitario que pretendía suprimir más de la mitad de las materias fitosanitarias, como si no fueran necesarias para combatir las plagas y enfermedades. Seguiremos trabajando desde Valencia, Madrid y el corazón de Bruselas para que esto sea verdaderamente un punto de inflexión, un cambio de rumbo hacia soluciones más enfocadas a la ciencia y la realidad. El futuro pasa por los avances tecnológicos, como las nuevas técnicas de edición genética, que nos permiten adaptarnos al cambio climático.