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Fragmentación, desconcierto...

Joan Tapia

Joan Tapia

Ha pasado ya una semana desde la caótica sesión en la que el Congreso aprobó, con gran suspense y en el último minuto, dos importantes decretos del Gobierno gracias a la abstención -a un precio aparatoso- del partido de Puigdemont. Y que, por el contrario, tumbó otro por la guerra entre Sumar y Podemos. El domingo escribí que se apuntaba una muy mala digestión. Y lo está siendo.

El martes, pese a que la ley de amnistía es el gran desafío de la legislatura, el PSOE no pudo acordar con ERC y Junts las enmiendas finales a la ley. Peor aún: tampoco se entendieron Junts y ERC. ¿Van a seguir Puigdemont y ERC peleándose por su cuota electoral catalana pese al desconcierto e incertidumbre que generan? Eso parece. Igual que Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, que se plantean las europeas de junio como una batalla clave de su guerra interna a la izquierda del PSOE. ¿Podrá Sánchez sobrevivir a estas dos cruentas batallas -Puigdemont contra ERC y Podemos contra Sumar- dentro de su teórica mayoría? Quizás sí, pero…

Y el jueves los letrados de la Comisión de Justicia del Congreso emitieron un informe -duro y bastante consistente- contra la ley de amnistía. Lo más relevante es que afirman que, en todo caso, necesitaría una previa reforma constitucional. No, no paraliza nada, pero indica lo envenenado de una operación, más cuando sus patrocinadores -PSOE, Puigdemont y ERC- no saben cerrar filas sobre el texto final.

Sánchez, en entrevistas a El País y a Radio Nacional, ha venido a decir que sobrevive y sobrevivirá a todas las humillaciones. Argumenta que son los inevitables costes de la fragmentación parlamentaria. Vale, pero serán muchos. ¿Aguanta, pero pese al CIS se encorva cada día un poco más ante las incoherencias y embestidas de su teórica mayoría?

El PP está inquieto, Sánchez no cae. Pero pletórico, se ve que no tiene mayoría para gobernar. E, instalado en su cruzada contra la amnistía, no aprovechó una gran ocasión. ¿Se imaginan que en el caos del miércoles 10, cuando parecía que los tres decretos iban a ser rechazados, Feijóo hubiera cambiado el guion: Sánchez no podía hacer aprobar un decreto esencial para la vida de los ciudadanos -el del IVA, transportes, pensiones y electricidad- y el PP iba a votar a favor para que España no pagara la incompetencia del Gobierno y el chantaje de Puigdemont?

Feijóo habría quedado como un hombre de Estado, Sánchez como un despistado perdido y Puigdemont no habría obtenido ni un mísero dividendo. Pero no pasó. El PP está atrapado en el automatismo del no.

Y Puigdemont se coronó como el indispensable que lo puede casi todo. Multiplicó su notoriedad (lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien), la humillación al gobierno de Madrid gusta y compensa al independentismo, y la cesión (aunque sea de boquilla) de las competencias íntegras sobre emigración ha puesto este tema en la campaña catalana. Cuando Turull fue más aplaudido en su discurso ante Junts (los dirigentes se pusieron en pie) fue cuando reclamó esas competencias para salvar Catalunya. No se puede tolerar que unos pocos inmigrantes, que son delincuentes habituales, rompan el país. Es un discurso que ya ganó en Italia (Meloni), hace poco en Holanda, y que condiciona a Macron en Francia. Y Alternativa por Alemania está en las encuestas por delante del SPD y de los verdes. Europa necesita más emigrantes, pero una parte de su población (interclasista) cree que ya hay demasiados.

¿Ganó Puigdemont? Sí en los titulares, que muchas veces son lo que más cuenta. Pero… la recomposición de relaciones con Foment se ha resentido. No es de fiar quien exige castigar a las empresas que en 2017 trasladaron su sede. Y el alcalde Collboni, que necesita socio solvente, tampoco puede estabilizarse con un grupo en el que Josep Rius, un concejal íntimo de Puigdemont, lanza la idea de multar a las empresas «traidoras».

Los titulares no son todo. Pero si, para Puigdemont, la prioridad -apuesta a que la amnistía ya no se para- es demostrar que tiene más bemoles que ERC y que sabe doblegar a Madrid, entonces… No está mal para quien en las últimas elecciones en Catalunya fue el quinto partido. Con menos votos no solo que el PSC y Sumar sino también que el PP y sus competidores de ERC. ¡Vaya!

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