Siempre Francia

Inmaculada Sanfeliu

Inmaculada Sanfeliu

Cuando escribía estas líneas aparecían los primeros teletipos informando de la desconvocataria de las protestas de los agricultores franceses. Han sido dos semanas de movilizaciones pero una entera de bloqueos, cortes en las principales arterias del país, de acciones violentas en las proximidades de los pasos fronterizos de la Jonquera, del ‘sitio’ a París… Un infierno para un sector como el citrícola, que acapara más de un tercio del comercio exterior hortofrutícola español (en volumen y valor) del mes de enero. Somos un sector que canaliza en torno al 95% de sus exportaciones por carretera, lo que pasa por cruzar Francia. Un sector que hace de ello sinónimo de buen servicio, trabajando puerta a puerta just in time, incluso con varias descargas, que se adapta a empaquetados y presentaciones, códigos de barras, trazabilidad, protocolos de producción, etc. Han sido días de nervios, de tensiones con los clientes que esperaban sus pedidos, con las empresas transportistas, con los trabajadores de los almacenes de confección a los que se les suspendía a última hora algún turno, con los recolectores y agricultores.

Han habido retrasos en las entregas de días, llegadas que –de media- pasaron de ser de 5 a 8 horas más allá de lo programado a entre 10 y 20 horas (según las dificultades de cada jornada o los destinos). Las protestas de los agricultores franceses, con la pasividad cómplice en muchas ocasiones de su administración y agentes del orden, han hecho saltar por los aires uno de los principios rectores del mercado único y de la UE: la libertad de circulación de mercancías. Se ha roto la cadena de suministro de Europa y eso nos ha pasado factura a los operadores. Ahora mismo me vienen a la cabeza episodios similares en 2011, 2016, 2018, 2020 o tan lejos como en octubre. Pero estos incidentes ya eran recurrentes antes y después de nuestro ingreso en la entonces CEE. Más de lo mismo.

Tras la resolución de la enésima crisis, es momento de exigir responsabilidades pero sobre todo de articular mecanismos de reacción automáticos –como la apertura de corredores viarios seguros- y compensaciones a los verdaderos damnificados. La ley francesa, de hecho, sólo reconoce este derecho en caso de destrucción de la mercancía (por un ataque) y no contempla el grueso de pérdidas causadas por retrasos, afección a la condición de la fruta o cancelación de pedidos, en ventas y precios, por la pérdida de oportunidades comerciales. Francia no debería ser capaz de secuestrar a Europa. No se le debería permitir.