Vita da mediano

Ni negocio, ni ‘sentiment’

Vicent Chilet

Vicent Chilet

El error está en pensar que el fútbol se divide en una simple batalla entre sentimiento y negocio. Una buena gestión centrada en la cuenta de resultados como gran prioridad puede repercutir en un éxito deportivo que, a su vez, potencie el sentido de pertenencia colectivo y sea aprovechado para conectar con las raíces y la historia. Pueden y deben convivir. Sucede con el Bayern, con el Napoli, sucede hasta con el City, que inyectado con petro-dólares ha reforzado su vínculo urbano con Mánchester y con su cultura popular. Se necesita ambición, imaginación, empatía, conocer el terreno que se pisa y una voluntad creíble de arraigar en la comunidad. Sobra la demagogia que, con la bandera del ‘sentiment’, ha patrocinado tantas atrocidades de dirigentes populistas. Y sobra, por supuesto, el cinismo de tener que tragar hoy con los anglicismos horteras que apuntan a una supuesta internacionalización, mientras se asiste al desmoronamiento del Valencia Club de Fútbol.

La llegada de un inversor del sudeste asiático se vendió no sólo como la salvación de una muerte segura, sino también como el impulso de una nueva perspectiva cosmopolita y una visión global. Tal vez Lim no sabía quién era Juan Ramón ni tenía un póster de Claramunt, pero a cambio nos iba a educar con los beneficios del impacto global. Un rumbo planetario del que Enric González dejaba pistas, en Historias de Nueva York: «La voracidad del tiempo ha seguido desplazándose hacia occidente y ha cerrado el círculo en oriente: el futuro de hoy ruge en Shanghai». El futuro, aborígenes.

Bien, salvada la risa tonta de pretender mostrar al mundo al club que inauguró el estadio Azteca, que fue invitado a los centenarios de clubes ingleses, que paralizaba mediáticamente Brasil en los 50, que encumbró a Mario Alberto Kempes y que fue reclamado en 1979 en Buenos Aires como huésped de la célebre selección juvenil de Maradona, compremos aquella (caduca) intención. Ojalá la administración de Singapur hubiese significado el desembarco de fríos ejecutivos expertos en internacionalización de una marca que heredaron robusta, octava en el ranking UEFA, con una tradición orgullosa y una abrumadora implantación social en su territorio. Lim tuvo la oportunidad de maridar negocio y sentimiento, aunque su ruta hacia Mestalla llegase condicionada por la prohibición a las TPO, como olió, investigó y sentenció la FIFA.

De aquellos días de euforia y confeti de 2014, hoy queda un club sostenido a la desesperada por Baraja, por canteranos y un Mestalla siempre lleno (y con los días contados). Por eso, que Javier Solís deje constancia del rechazo a la declaración del Valencia como BIC, amparándose en el derecho al ánimo de lucro de una empresa que equipara a Inditex, llega a ofender, a la vista del recuento de daños de esta década. La contradicción: se defiende la salvaguardia justa y legítima del negocio, cuando la gestión ha brillado por su ausencia.

Ni negocio, ni ‘sentiment’. El escrito, con el retrogusto de aquel «es el mercado, amigo» de Rodrigo Rato, inhabilita moralmente al Valencia (y ánimo levantinistas) a buscar el rescate institucional, tan explotado, por tratarse de una entidad cívica que trasciende al deporte. Realmente lo es, aunque no se demuestre desde el palco, sino con cada generoso y noble acto de servicio de grupos como Últimes Vesprades a Mestalla y LibertadVCF.

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