Opinión | reflexiones

Desiré Ramírez Fernández

Derechos para el pueblo gitano

El 8 de abril es el Día del Pueblo Gitano, desde que en 1971 se constituyó como tal y se creó la bandera que nos representa. Es una bandera azul y verde, como el cielo y la tierra, y con una rueda roja, como homenaje a nuestra cultura nómada y a la libertad.

Soy una joven gitana. Actualmente estoy estudiando para sacarme el graduado porque en su momento no pude acabar. Taleia es una Escuela de Segunda Oportunidad, pero aquí decimos que la segunda oportunidad no es para nosotras y nosotros, sino para la sociedad que nos discrimina. Porque la realidad es que no tenemos las mismas oportunidades ni se nos valora igual, como tampoco se valora nuestra cultura.

Me gustaría que se nos respetara más.

Me gustaría que no hubiese tanto racismo, como cuando se nos trata como si fuéramos a robar en un centro comercial, o como cuando nos miran raro por la calle.

Que nuestro idioma, el ‘calé’, fuese más hablado y no estuviera tan extinguido. Yo misma no lo conozco mucho y es mi yayo quien me explica la traducción de las palabras y lo que significan.

Que tuviéramos una región o que se nos reconociera como parte de un país. El pueblo gitano también somos una nación, aunque no se nos reconozca.

Que en el colegio o en el instituto también aprendiéramos la historia del pueblo gitano. Nunca he dado ninguna clase en la que se aprendiera algo relacionado con la cultura gitana en toda la Educación obligatoria.

Que nuestra bandera fuese sacada como la de todos los países, o la de las comunidades autónomas.

Que no nos juzguen solo por ser gitanos y gitanas.

Que se nos aprecie por nuestros valores. Precisamente por ser lo que somos, buenas personas: ayudamos a todo aquel que lo necesita y siempre estamos dispuestos y dispuestas a dar lo mejor de cada persona.

Respetamos mucho a nuestros y nuestras mayores. Les cuidamos igual que nos cuidaron y valoramos como nos han criado, sus saberes y que todavía estén en este mundo. Después de que han dado sus vidas, no les abandonamos.

Nosotras las mujeres, como yo, honramos a nuestras familias y a nuestros fallecidos y fallecidas con nuestro pañuelo. Desde pequeñitas nos enseñan a guardarnos y respetarnos como mujeres gitanas que somos, y nos enseñan nuestras costumbres para no perderlas.

Ponemos el corazón en todo lo que hacemos. En nuestras casas siempre hay un lugar para quien lo necesita: donde comen diez, pueden comer veinte. Ayudamos sin esperar nada a cambio.

No nos importa el dinero, vivimos del día a día. Creemos que para ser felices nos basta con tener salud, libertad y familia.

Hacemos algo que casi nadie hace hoy en día: nos hacemos nuestras propias casas, «nuestras chabolas». Todo el mundo necesita un hogar y un lugar tranquilo donde vivir. ¿Cómo pensáis que se construían las casas hace un siglo?

Y lo más importante: todos nosotros y nosotras llevamos a Dios en nuestro corazón. Nuestro Dios es quien nos guía y ayuda cada día. Dependemos de él, porque gracias a él somos lo que somos y estamos donde estamos, gracias a su bendita misericordia. Para mí esto es muy importante en mi vida.

He escrito este artículo para celebrar el Día del Pueblo Gitano y porque creo que es importante que la gente sepa más cosas sobre nosotras y nosotros y que se quiten esa mala imagen que tienen, y que se conozca la discriminación que sufrimos.

Como joven gitana que soy, me siento muy orgullosa de mi porque sigo mis costumbres y porque cada día lucho por conseguir lo que quiero llegar a ser, que de momento es seguir estudiando para cumplir mis sueños. Pero para cumplir mis sueños no basta con que yo me esfuerce, también necesito tener oportunidades. Necesito el apoyo de los profesores y las profesoras para seguir adelante, que me traten bien y que confíen y crean en mí. Esto puede parecer muy simple, pero no es la realidad para muchos gitanos y gitanas jóvenes. Como todo el mundo, merecemos respeto y necesitamos que confíen en nosotros y nosotras.