Opinión | Tribuna abierta

Portugal, 50 años

Volver a Portugal es como pasear por la memoria. Pasear por sus calles secretas, donde, por la noche, la sombra del poeta, y la música lejana del fado, ‘fatum’, destino, nos acompaña. Es, en la noche, cuando los recuerdos se nos hacen presentes y la música nos reconforta, hasta que aparece el día.

Fernando de Pessoa, nos dice que el fado es la música del pueblo, una simple melodía que consuela y acaba en sentimiento. El fado se escucha en las intrincadas callejuelas de Portugal como melancolía desconsolada, ante la desconfianza en un futuro mejor, que les hace mirar con nostalgia el pasado.

Llega el 25 de abril y, con la batalla de Almansa, «quan el mal ve d’Almansa a tots alcança», el recuerdo de la revolución de los claveles, en Portugal, y la esperanza de libertad que, en aquel momento, iluminaba también a nuestro país, «companys, si enyoreu les primaveres lliures, amb vosaltres vull anar», diría Lluis Llach, en Abril 74.

El día anterior al 25 de abril de 1974, en Lisboa, hace 50 años, minutos antes de las 11 de la noche, sonó, E Depois do Adeus, y después del adiós, quiero saber quién soy, qué hago aquí, pregunto por mí, quiero saber de nosotros, interpretada por Paulo de Carvalho, que, con poco éxito, había representado a Portugal en el festival de Eurovisión, pero melodía de moda en aquellos días en el país, con la que se daría la señal de inicio de la revolución, sin levantar sospechas. Dos horas después, tras la medianoche, ya el 25, sonaría, Grândola, Vila Morena, para indicar que había triunfado.

Entonces, Celeste Martins Caseiro, entregó un clavel al soldado que le había solicitado un cigarro, del que carecía. El soldado lo introdujo en el cañón del fusil; la misma acción, la repetirían otros muchos compañeros con los numerosos claveles existentes, no se sabe si procedentes de una boda pospuesta o de un cargamento de exportación aplazado, ganando así, para la revolución, el hermoso nombre, «la de los claveles», con el que sería conocida.

Emblema de todo un pueblo, Grândola, Vila Morena, de Jose Afonso, llevó la alegría a muchos países y elevó la dignidad de sus ciudadanos, «em cada esquina um amigo, en cada rosto igualdade; o povo é quem mais ordena, dentro de ti, ó cidade».

Las ideas no perdonan, nos advierte el primer premio Nobel de literatura en lengua portuguesa, Jose Saramago, o vivimos con arreglo a ellas, o ellas se rebelarán contra nosotros.

Hoy, en Portugal, ante tantos avatares económicos, nadie está seguro sobre el futuro que les espera, pero sí saben, que la música del fado, continúa acompañándoles, y cantan, a la esperanza, con “saudade”, añoranza, con un sentimiento de melancolía irrefrenable que encuentra su expresión más vital en la fraternidad de sus gentes.

Es Portugal, que nos acompaña siempre, al que no damos la espalda ni vamos de lado, sino de frente y por derecho.