Acudía presto con su silla plegable a todas las partidas de la comarca, y aún fuera de ella. El «Tio Rafel» de Petrés era un entusiasta del Joc al Carrer y por eso solía ocupar lugar de privilegio en la calle de Quart de les Valls, uno de los últimos rincones donde junto a la plaza y con el campanario al fondo se juega a Galotxa en calle con casas, rejas, tejas y balcones de verdad. El «Tio Rafel» es muy mayor y ya no puede ir a ver las partidas. Ahora se encarga de eso y más un sobrino suyo: Aitor Rodrigo, dignísimo sucesor de aquellos pioneros de finales de los años setenta que recuperaron el juego perdido durante varios lustros y que explicaban al entonces joven cronista cómo en Petrés ya se jugaba a Galotxa con cuerda central antes de que se normalizara con el torneo El Corte Inglés. Torneo éste en el que tuvo mucho que ver otro paisano, Paco López, que , cuando las dos primeras ediciones, era secretario de la Delegación Provincial de Deportes y fue uno de los cerebros que puso en marcha la maquinaria que ha convertido a ese torneo en la joya de la pilota valenciana en el ámbito de los clubes.

Petrés, con apenas un millar de habitantes, quiere recuperar el esplendor de otros tiempos. Un grupo dirigido por el «nebot del Tio Rafel», que recuerda en su niñez las apasionantes partidas de la calle que confluye en la plaza con el campanario al fondo, se ha empeñado en formar un club y recuperar de manera definitiva esta tradición. Cuenta con el apoyo decidido del Ayuntamiento que preside Pere Peiró y la Federació de Pilota no ha dudado en otorgarles la responsabilidad de organizar este próximo domingo las dos finales de la Copa d’ Hivern de Galotxa en la especialidad de «curtes», que se juega con pelota de badana. En una de ellas jugará el equipo local contra Tamborí de València y en la otra dos clásicos como Vinalesa y Massalfassar.

Es noticia grande, de las mejores, la recuperación de este deporte en un pueblo. Ha sido posible gracias a ese valor sentimental, a esos lazos de sangre transmitidos de generación en generación. No podía enterrarse para la eternidad algo que se ha heredado de los antepasados como parte de su patrimonio deportivo y cultural. Todavía recuerdan muchos aquel equipo de Bolea, Bori, Boro y Paco que competía con dignidad contra los grandes de la especialidad a principio de los años ochenta. Hace ya más de cuarenta años… Cuatro décadas en las que se ha producido un vacío, una larga hibernación. Este domingo, ese viejo juego del que el Tio Rafel estaba enamorado despertará con una final que nos transporta a un pasado no demasiado lejano. La pilota valenciana necesita de hombres con corazón que vibren con las voleas que cruzan el paisaje de casas rendidas a los apasionados aplausos de sus vecinos. Esos que se identifican con las tradiciones locales, con la historia de personajes célebres allí nacidos. No alcanzarán el prestigio intelectual de paisanos como Fray Domingo Buix Lacasa arquitecto de catedrales como la de Bogotá o como Vicente Sancho, presidente que fue del Consejo de Ministros en tiempos de Isabel II. Hoy, el prestigio es el Tio Rafel, ejemplo de fidelidad a este deporte, y de su sobrino, que lucha por recuperarlo y que merece, qué menos, unas líneas en este diario.