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Nico Munuera: Maravillas de Boneless

Nico Munuera: Maravillas de Boneless

No busquen la isla de Boneless en cualquier mapa ni siquiera en el Atlas de islas remotas de Judith Schalansky porque se trata más bien de un estado mental al que se llega, si acaso, mareando entre otros el mapa del océano que ilustra una de las páginas de La caza del Snark de Lewis Carroll: ese mapa perfecto y absolutamente vacío que contiene todas las posibilidades delimitadas por un encuadre de puntos cardinales, los mismos márgenes del papel o del lienzo. Hasta Boneless y más allá nos lleva Nico Munuera (Lorca, 1974) en la presentación de sus últimos trabajos haciendo doblete magnífico, por tercera vez, en las galerías madrileñas Max Estrella y La Caja Negra. Munuera, que no expone en Valencia desde 2007, presentó del mismo modo en 2008 el giro de 90º en los cuadros por el que aparecían en su pintura una suerte de banderas y, en 2011, otra vuelta de tuerca que lo acercaba todavía más a la aventura de enfrentarse al paisaje extremo, persiguiendo a Shackleton y el Endurance en la isla de Ross, por los mares de Weddell.

Ahora, en sendos espacios, Munuera despliega los resultados de otro giro, de una nueva aventura del color en la que ha redoblado esfuerzos para seguir comprendiendo la pintura como sustancia, su fluidez, aplicándose en el estudio de la técnica japonesa del mokkotsu o boneless de la escuela de Rinpa (s. XVII) y desbordando los lienzos de color como nunca antes se había visto. Pero también opera una nueva mirada, una nueva actitud hacia la naturaleza del paisaje -como idea, como concepto, no confundir con la imagen del paisaje natural- que acierta al convertir la pintura en un acontecimiento, todavía más: en todo un acontecimiento cromático que potenciará cualquier experiencia posterior que tengamos con el paisaje (por si alguien lo pretende, al revés es otra cosa).

En La isla de Boneless (Max Estrella) Munuera concentra los nuevos lienzos en los que practica con el mokkotsu dejando que la pintura fluya sin hueso o sin espinas, aunque en realidad lo que se elimina es el dibujo marcado, la línea de contorno, de manera que el color queda libre y no sujeto, perfilado sólo por sí mismo, con una claridad total que se subraya más por los juegos de complementariedad de los tonos. La fluidez de la materia da forma, sin línea, sin hueso, naturalmente, en una pintura en estado de gracia: con un color más vivo que nunca, potente en armonías cálidas y también en contrastes excéntricos, todo con valores atmosféricos y esa arbitrariedad propia del fluido plástico.

El mismo artista declaraba recientemente que «un cuadro es un mapa que se representa a sí mismo y transcribe a la perfección lo sucedido en ese lugar», lo que nos aboca a pensar en esta isla y sus líneas de costa, allí donde se funden y confunden los tonos de manera cambiante; y en el territorio de la pintura como una geografía plagada de variaciones leves, de matices y relaciones intuitivas, como cuando estamos delante de Claude Color Chart, una obra fragmentaria que conecta con su anterior exposición Frame Time (Sala Verónicas, Murcia).

Por otro lado, en Inside Color (La Caja Negra), lo que se hace evidente es el gusto de Munuera hacia el papel oriental que le permite un mejor registro del gesto y del trazo. Parece mentira que sus finas fibras y el delicado gramaje esgriman tanta resistencia ya que, aun su delicada apariencia final, el proceso de pintura lo castiga bastante. Aquí es más la técnica del tarashikomi o vertido de un color sobre otro todavía fresco lo que propicia el ensayo de una pincelada única que sugiere una caligrafía oriental, superponiendo distintas capas sobre mojado -casi sentimos su rumor húmedo al expandirse- y dejando el color en suspensión mate mientras, a través de los resquicios, aflora la potencia de una base dorada que respira latente, luminosa. Y aproximando un análisis científico del color, la intensa claridad y belleza de estos papeles se completa con proyectos como cartas de color y estudio que conectan directamente con las series anteriores.

La pintura de Munuera es un acontecimiento pero también un comportamiento, el de la materia y el de quien la contempla. Por eso ha dicho que la pincelada le permite alargar el instante trayéndonos aquí, sutiles y sensibles, desde dentro, todos los colores y las nuevas maravillas de Boneless.

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