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Frank Sinatra: La voz del siglo XX

En el centenario del nacimiento del cantante -el 12 de diciembre de 1915-, su figura se ha convertido en uno de los grandes iconos del siglo XX. El estilo Sinatra se perpetúa en la nueva generación, de la música a la moda.

Frank Sinatra: La voz del siglo XX

«Cuando su voz se conecta, como esta noche, Sinatra entra en éxtasis, la sala se electriza, la excitación se extiende a la orquesta y se deja sentir en la cabina de control?». El escritor y periodista Gay Talese describía la atmósfera excitante que se producía durante una sesión de grabación del cantante Frank Sinatra en uno de los mejores retratos, Frank Sinatra está resfriado (Frank Sinatra Has a Cold, Taschen) realizados sobre el artista a mitad de los años sesenta. El cantante acaba de cumplir cincuenta años, dos especiales de televisión, el rodaje de una película y la grabación de un disco enmarcan su aniversario. Estamos en 1965. La música pop con los Beatles como buque insignia parece haber barrido del mapa a todos los cantantes románticos, todos, salvo uno: Sinatra, que resiste el tsunami pop en su sello discográfico Reprise. La reconquista no se hará esperar. Al año siguiente, en 1966, Sinatra se coloca en los primeros puestos de todas las listas con la balada Strangers in the Night. Como broche de la canción, un dooby-dooby-doo entonado por la voz de Sinatra que entra en el libro de oro de las onomatopeyas musicales del siglo XX.

En el centenario de su nacimiento -12 de diciembre de 1915- su figura y su estilo siguen sin mostrar apenas arrugas como los impecables trajes de alpaca o esmoquins que luce a lo largo de más cinco décadas sobre la escena o en la pantalla. El estilo Sinatra señalado por su inseparable sombrero Trilby Fedora ha pasado a formar parte de ese catálogo de iconos del siglo XX junto a Brigitte Bardot y su vestido de tela Vichy, Humphrey Bogart en su gabardina Burberry o James Dean con su cazadora roja de Rebelde sin causa. El éxito de una serie como Mad Men y la banda de publicitarios y ejecutivos capitaneada por Don Draper ha devuelto la estética y la iconografía de una época, los primeros años sesenta, que tuvo a Sinatra como uno de sus modelos principales. Ese paisaje estético donde se mezclan los «ambientes modernos» de los apartamentos neoyorquinos y los fondos de la llamada lounge music, un hilo musical donde la voz de Sinatra no tiene competencia ni rival alguno. Décadas después, Mel Gibson realizará uno de los mejores tributos al icono Sinatra en la pelicula ¿En qué piensan las mujeres? con la canción I Won´t Dance interpretada por Sinatra como leif motiv de una de las mejores secuencias.

Entre 1954, año de grabación de su primer disco con el sello Capitol, hasta la década de los ochenta, Sinatra construye la espina dorsal de la música popular americana del siglo XX. Arreglistas como Nelson Riddle, durante el periodo Capitol, Gordon Jenkins, Count Basie, Claude Ogerman, Quincy Jones y otros, colaboran en esa edad de oro señalada por la voz del cantante y el nacimiento y desarrollo del «Sonido Sinatra». Del cantante de almibaradas baladas de los años cuarenta, Sinatra se transforma en el sofisticado intérprete de swing. Como señala Charles L. Granata en su esplendido -e insuperable- estudio sobre el cantante (El sonido Sinatra. Sesiones de grabación con La Voz. 1939-1994, Alba editorial) «llegaron los elegantes pañuelos estampados de seda fina y sombreros de alas que le daban un aire desenvuelto y sofisticado». Una nueva imagen que a juicio de crítico musical «no eran meros complementos; estos detalles aportaban frescura a su imagen, y en consecuencia a su trabajo». Y destaca: «Emergió un nuevo Sinatra y cada centímetro de esa transformación se refleja en el entusiasmo con que aborda las dos principales ocupaciones a las que se entregó: la actuación y el canto».

Sinatra define el songbook de la música popular y le da el carácter de estandars o clásicos a las composiciones de Cole Porter, la pareja Rodgers y Hart, Jerome Kern, Johnny Mercer, Harold Arlen, Irving Berlin, etc. No desdeña incursiones en la llamada música pop y autores como Burt Bacharach, Stevie Wonder o un compositor de entrada alejado de su filosofía musical como Stephen Sondheim. Sella un disco antológico con el músico brasileño Antonio Carlos Jobim con la bossa-nova como punto de encuentro y revive, hasta apropiarse de ellas, dos canciones, My Way, que había debutado en la voz de Paul Anka, y New York, New York que había estrenado Liza Minnelli en la pelicula del mismo título.

Cuando hace unos meses aparecía el nuevo disco de Bob Dylan, Shadows in The Night, con temas que habían formado parte del repertorio de Frank Sinatra más de un fan del autor de Blonde on Blonde sufrió alguna que otra lipotimia. Dylan se mudaba en crooner para homenajear a Sinatra y romper de paso algunos tabúes. No había sido el primero en la lista, intérpretes heterodoxos como Iggy Pop ya habían dejado anotada su querencia por el crooner de Nueva Jersey. Si en vida muchas voces se habían postulado como herederas, despues de la muerte de Sinatra desde diferentes frentes musicales el legado melódico no ha dejado de cultivarse. Del jazz al pop, su herencia ha recorrido voces como la de Jamie Cullum, Michael Bublé, Anthony Strong, Robbie Williams o un Harry Connick Jr., sin duda el mejor situado para recoger el cetro vacante. Hasta por el lado femenino podemos ver su huella en una cantante como Diana Krall mientras la vieja guardia representada por Tonny Bennet y Paul Anka mantiene la llama crooner.

A los cien años de su nacimiento el mito Sinatra no ha dejado de crecer. Como resume el crítico musical Charles L. Granata en su estudio sobre el cantante: «la perfección de una forma artística que difícilmente pasará de moda».

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