Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La ciudad según el profesorado

Sin formar a los docentes en el activismo cultural no podemos esperar jamás un alumnado sensible y humanizado, responsable y lúcido. Cine, educación y ciudad son la tríada que defiende muy bien Ricard Huerta para motivar al profesorado.

La ciudad según el profesorado

Los momentos visuales con los que se construyen las películas son aliados indispensables para la docencia en un mundo hipervisual como el de hoy, donde el manejo de varias pantallas a la vez es práctica habitual. Un buen ejemplo de ello es la película Les Héritiers (2014) de la directora Marie-Castille Mention-Schaar, ambientada en el aula de un instituto de París, al reivindica el valor de la historia para concienciar al alumnado de circunstancias terribles que jamás deben volverse a repetir, logrando que trabajen en equipo para investigar temas espeluznantes como la vida de los niños en los campos de concentración nazi.

En esta línea de acción y reflexión educativa, el presente libro de Ricard Huerta se plantea cómo el ámbito docente en toda su amplitud siente las ciudades en que vive y de qué manera es capaz de utilizarlas como espacios vitalizantes para el desarrollo de su trabajo. El autor, profesor de educación artística en la Universitat de València, hace un sondeo amplio sobre profesorado residente en Buenos Aires, Lima, Montevideo, Santiago de Chile o Valencia. Busca registrar la cultura visual de los mundos urbanos en que se insertan estos profesionales de la enseñanza a los que interroga. Pero, además de hablar con ellos y ellas, les pide que hagan fotografías de sus ciudades. De esa manera, sus historias de vida, sus narrativas personales, se conjugan con la investigación basada en las artes (arts based research) que ilustra la interesante parte gráfica del estudio. Como resultado, el lector se sitúa ante un caleidoscopio de imágenes y textos bien trabados.

Referentes interesantes del cine o la literatura generan un discurso donde aparecen directores como Woody Allen y sus películas sobre Nueva York, Londres, París, Barcelona, Venecia o Roma. Se nombran también grandes escritores como Borges que ha dicho mucho de Buenos Aires, como Kafka hizo con Praga, entre otros. Relatos de la vida urbana a disposición del colectivo docente, que se ponen en valor junto a las aportaciones personales de los entrevistados, diversos en género, edad, sexualidad, clase social, situación laboral, áreas de conocimiento o niveles educativos. Se cumplen así dos grandes objetivos del libro: reconstruir la conciencia ciudadana del profesorado en beneficio de su propia tarea docente, y reforzar su identidad como colectivo profesional amplio al margen de los países, las regiones, las ciudades, ya que más allá de las especializaciones, estamos en el mismo barco y compartimos el reto clave de humanizar y sensibilizar en valores de convivencia social, respeto a la diversidad y lucha contra la intolerancia y la injusticia.

El libro visibiliza a los educadores porque les da voz y pone sus palabras y sus imágenes en conexión con otras miradas creativas, artísticas y, al fin y al cabo, tan docentes como las suyas. La geografía urbana con toda su riqueza cultural deviene una poderosa herramienta para activar la conciencia crítica del alumnado a través de un profesorado cada vez más implicado en el entorno social en el que vive y trabaja. Sin formar a los docentes en el activismo cultural no podemos esperar jamás un alumnado sensible y humanizado, responsable y lúcido. Cine, educación y ciudad son la tríada que defiende muy bien el autor para motivar al profesorado, para estimular la atención de unos

alumnos que -reconozcámoslo- son más de ver que de leer, de mirar mil imágenes al día en varias pantallas, de leer pocos textos.

Este modelo de investigación cualitativa pretende enseñar a apreciar estéticamente la ciudad en que vivimos, luchando contra la inconsciencia del itinerario diario de casa al trabajo, donde nuestra mirada se pierde más en las pantallas de los teléfonos móviles que en percibir los cambios que se han producido en las calles por donde circulamos o en la fisonomía de las personas con las que nos cruzamos repetidamente. Es así como se descubre el valor de la ciudad como entorno patrimonial clave para un colectivo docente que debería tener mayor influencia y visibilidad en la sociedad.

Hay que recuperar la ciudad como espacio de acción educativa y transformación social. En ese sentido, el libro aboga también con varios ejemplos por la defensa de los derechos humanos y la visibilización de las personas LGTBI.

La obra remueve conciencias y estimulará sin duda la función social que tiene la educación en valores para construir un mundo más cooperativo, solidario, responsable y activista en la defensa de los derechos humanos. Pero si el profesorado no se preocupa por ello, no se une en el reto común de la enseñanza a todos los niveles, los obstáculos serán grandes. Esperemos que prime la lucidez sobre la incompetencia.

Compartir el artículo

stats