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Material sensible

Tirar la toalla

Conocía a un tipo que un día pensó que quería ser artista o decidió que lo era. Todo esto se me antoja bastante beuysiano, aunque Beuys en su teoría sobre el arte y el artista hablaba en un sentido amplio (ampliado), lo que no le impedía apreciar la formación, fuera esta reglada (que no académica) o autodidacta (lo que tampoco quiere decir autista). Pero así por las buenas, de un día para otro, careciendo de toda cultura visual (y me parece que el adjetivo sobra) en que basarse, partiendo de cero en cuanto a referencias como un hombre del Neolítico, no deja de ser atrevido como la ignorancia. Aún así lo defendí en varias ocasiones, frente a quien criticaba que no trabajara en algo con que ganar dinero, defendiendo su derecho a perseguir su sueño, expresión por cierto muy de moda y que, aunque aquí no digo que la inventara yo, hasta ese momento no había oído.

Todo eso está muy bien, pero a veces los sueños llegan a mutar en pesadilla y va haciéndose hora de cambiar de tema. La autorregulación y la selección natural son lo que son, en la práctica del (supuesto) arte también funcionan y hay gente que tenga o no, como Pip, grandes esperanzas (lo que normalmente ni sabremos ni nos debe interesar) acaba tirando la toalla, algo que no debe de ser señal de talento. Tal como me contaba un amigo, experto en deportes, cuando una persona tiene una tipología atlética, es seguro que será deportista. ¿Por qué? Porque el cuerpo se lo exige, literalmente. Aunque siempre habrá entre ellos quien pase el día en el sofá: la excepción, como debe ser. Del mismo modo, a las personas dotadas para lo visual, el cuerpo (y la mente, también imprescindible para los deportistas, no se nos olvide) les va a pedir desarrollar su vocación. De ahí que me parezca muy difícil que alguien con talento de verdad para las artes visuales (y también otras) abandone; les dedicará mayor o menor tiempo, pero siempre andará rodando, mientras otros pinchan (la bicicleta).

De todo esto no conviene inferir que todos los que sigan ahí, los que no abandonen, sean gente de fuste. Eso no queda garantizado, hay gente absurdamente empecinada: de jovencito di en ver una película muy rara en una de las dos cadenas. Era un film en blanco y negro que debía ser francés y que trataba de un tío gordo y muy feo, con los ojos saltones y totalmente enloquecido que se creía artista y no cesaba de añadir material a una escultura monstruosa que crecía sin parar dentro de su casita, teniendo que derribar tabiques y techos para permitir el desaforado crecimiento del engendro. A mí aquello me recordaba el Merzbau de Kurt Schwitters, y eso viene del problema, ya expresado aquí, de leer libros de arte sin imágenes, porque cuando después tuve oportunidad de ver en el IVAM una réplica del Merzbau con sus superficies pulidas en una estructura constructivista, constaté que nada tenía que ver con la estatua informe y grotesca de la película francesa.

Aquel individuo se reafirmaba en su obsesión creadora (es broma) cuando amigos y conocidos le sugerían que por qué no lo dejaba estar, y lo hacía porque, está claro, era normal que se lo dijeran, ya se sabe que los artistas nunca son comprendidos en su tiempo. Lógicamente, esa exageración caricaturesca al final acaba en desastre, pero no teman los malos artistas cegados y sin norte, ahora pueden aderezar su pésima obra con otros valores que la vistan como al emperador del cuento.

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