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¡Qué noches las de aquellas Fallas!

Los paradores de fallas y sus estrellas internacionales convirtieron a Valencia en la capital del espectáculo de España mediados los años 60.

El parador del Tro LEVANTE-EMV

«Es como si fuera desnuda» comenta una de las señoras que asisten a la presentación de Marlene Dietrich en el Parador del Foc a propósito del vestido ajustado «color carne» que como una segunda piel lleva la actriz. El traje, creación del diseñador de vestuario Jean Louis, se ha convertido en la silueta escénica de la estrella en sus recitales por las salas de fiesta y teatros de todo el mundo en compañía de un jovencísimo pianista y director musical, Burt Bacharach, que pone orden al maduro corazón y las canciones de la diva.

Con la presentación de la estrella de Hollywood las Fallas parecen haber tocado su Everest en 1963; los paradores, ese punto de encuentro de la fiesta donde la burguesía de la ciudad exhibe músculo social y trajes a medida reúnen un cartel musical con los nombres de las grandes estrellas y vedettes internacionales: Johnny Hallyday, Juliette Gréco, Milva, Xavier Cugat y Abbe Lane, la atómica Jayne Mansfield del brazo de su marido, el Mister Universo Mickey Hargitay, y una Edith Piaf que finalmente se cae del programa y que debía actuar con su jovencísimo marido, peluquero y ahora intérprete musical Theo Sarapo. El cartel se completa con otros nombres más domésticos como la vedette argentina de revista, Ethel Rojo, Salomé, que ese mismo año se llevará el primer premio del Festival de la Canción del Mediterráneo, y hasta una embajada de los componentes del programa de televisión Escala en Hi-Fi, el primer espacio pop de la televisión nacional. El hall del Hotel Astoria compite con el Paseo de la Fama de Hollywood en número de estrellas y personajes por metro cuadrado del planeta entre cantantes, toreros y directores como Orson Welles, desplazado hasta Valencia para asistir a algunas corridas de la feria.

Todo había empezado en la década anterior, a principios de los años 50 cuando los primeros entoldados extienden sus lonas con el nombre de Paradores; unas construcciones que no son otra cosa que la versión local de los populares envelats que se erigen al otro lado del Ebro a modo de arquitecturas efímeras con motivo de las fiestas mayores. El Parador del Foc que se instala en el Llano del Remedio -sobre los terrenos de la Jefatura de Aire- deslumbra con su impecable suelo alfombrado y sus elegantes paredes tapizadas; con sus imperiales arañas de cristal como si se tratara de una versión autóctona del salón palaciego de la Cenicienta antes de perder su zapato de cristal. Los bailes de gala del Parador inauguran esta nueva época para exhibición de la burguesía que ha encontrado su lugar distintivo en medio de unas fiestas hasta entonces a pie de calle.

Al Parador del Foc se sumarán el de So Nelo, Les Coves del Mercat, El Bunyol, El Tró, El Parador de la Juventud y otros que con mayor o menor fortuna irán sorteando los vaivenes presupuestarios del momento, apareciendo y desapareciendo según las épocas y las leyes de la oferta y la demanda. Las estrellas internacionales de los Paradores como un Renato Carosone que encandila con su swing napolitano o un Luis Mariano que apaga con su voz los rumores sobre sus inclinaciones sexuales, son la proyección de una ciudad en expansión que ha sumado a su perfil arquitectónico el primer gran hotel moderno, el Hotel Astoria Palace, expresión del nuevo lujo y poder urbano. La misma ciudad que se apresura a construir el primer túnel urbano como gran obra faraónica y a hacer desaparecer la exuberancia ornamental del arquitecto Javier Goerlich en la Plaza del Caudillo. Como recambio decorativo el arquitecto-diseñador Carles Büigas, el mismo que le ha dado a Barcelona uno de sus iconos, la Fuente Mágica de Montjuic, erige en el centro de la plaza mayor de la ciudad una fuente luminosa como si se tratara de una pelicula en technicolor.

Entre las décadas de los 50 y los 60 del pasado siglo xx los paradores serán el simbolo de la opulencia urbana que convierte a la ciudad en la capital de España del espectáculo. Representantes como Francisco Gordillo, el hombre que conseguirá que los Beatles actúen en España, y José María Lasso de la Vega se reparten la agenda de las estrellas nacionales e internacionales durante los días de Fallas. Hasta la ciudad cuenta con su propio paparazzo, el fotoreportero Paco Pérez Aparisi que con su cámara Leica construye incansablemente el álbum de oro de la ciudad.

Los paradores irán languideciendo durante los últimos años del franquismo hasta su desaparición a causa de un balance marcado por las pérdidas. Con el advenimiento de la democracia, desde sectores alternativos se buscarán otras ofertas lúdicas y contestatarias como els marxadors que se instalan en la Societat Coral El Micalet animados por Els Pavesos, grupos como Cuixa, Lluís Miquel i Els 4Z, bandas de músicas y filaes de Moros y Cristianos en una suerte de kermesse nacionalista y libertaria. Fallas a contracorriente como la King Kong devuelven a la fiesta el gusto por la verbena urbana a ritmo salsero y la pachanga progresista en las noches de fallas. Solo habían pasado quince años desde que Marlene Dietrich hizo soñar por una noche que Valencia era París pero qué lejos parecía quedar todo?

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