Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Luis Moscardó: Luces y sombras

El Círculo de Bellas Artes ha puesto en marcha un proyecto expositivo en torno al oscuro sótano de su sede, donde invita a los artistas que trabajan sobre obras lumínicas a crear instalaciones ad hoc. Luis Moscardó es el primero en exponer en este nuevo Espai Llum.

Luis Moscardó: Luces y sombras

El Círculo de Bellas Artes de Valencia ha habilitado uno de sus sótanos, hasta hace poco inhóspito, para acoger intervenciones artísticas que exclusivamente trabajen la luz como materia prima, se trata del Espai Llum. Utilizado antes como almacén, dicho espacio cuenta con dos pequeñas dependencias que recuerdan a un refugio o búnker en el que siempre haya reinado la oscuridad. No es baladí que la propuesta del centro sea revitalizar semejante fortificación subterránea con obra de creadores que experimentan juegos de luces, iluminando determinadas zonas, sirviéndose de la lobreguez de sus paredes de hormigón en crudo para llevar a cabo instalaciones específicas con luz.

Espai Llum ha inaugurado tan singular proyecto, que dará cabida a toda una serie de trabajos vinculados a lo lumínico de distintos orígenes, con una exposición del artista Luis Moscardó (1950, Benigánim, Valencia) titulada Esta noche no dormirás y expuesta hasta el 30 de junio, en la que nos encontramos con un ecosistema visual fantasmagórico que alude al chamanismo, a la incomunicación y al reencuentro con los otros.

Las obras de Moscardó experimentan el cruce con la arquitectura mínima de la sala que ostenta un fondo pintado de negro como parte del techo y una diminuta ventana a través de un túnel que queda cercano a la entrada. Pasadizo intimista, cuando traspasamos el umbral de la puerta encontramos una pieza de pared con enmarcación al uso que contiene una filigrana roja de pan de oro tridimensional. Las manchas rojizas confundiéndose con el dorado dan un reflejo cobrizo que recuerda a la sangre y sin embargo es tinta, la de unas cartas que jamás fueron escritas y que iremos descubriendo poco a poco en el transcurso de la exposición.

A nuestra izquierda un cuadro de aire asiático donde las figuras abstractas, amorfas, oscilando hacia lo vegetal como un gran tallo, sección de una planta de papel, desvía la atención de un foco de luz magenta oculto tras una arbolada ficticia con hojas que van colgando del techo al suelo leves y vaporosas cual pluma de pájaro. Invitan a adentrarnos hacia el oscuro carmesí y descubrir el detalle casi imperceptible, dada la penumbra, de unas cenizas bajo las hojas, metáfora del Ave Fénix, pájaro que según leyendas incas era único en su especie, perecía quemándose y renacía de sus propias cenizas. Se trata de un símbolo de la muerte generada por el fuego, pero que no es negativo si no que entraña conceptos como el de la resurrección, la inmortalidad y lo que representa el sol para ciertas culturas ancestrales.

Recordándonos la importancia de la luz como constante en el arte, encontramos una instalación sobre una mesa retroiluminada a modo de soporte en el otro extremo de la sala, compartimento al que se accede rodeando un muro saliente con un hueco en el que se sostienen las lámparas rojizas que generan el ambiente descrito a la entrada. La forma limpia de la mesa trae a la mente un posible quirófano y la luz que emana de abajo, esta vez blanca y resplandeciente, impoluta, provoca sombras en los papeles que, esparcidos sobre ella permanecen no obstante unidos por un cordel. Esa cuerda es roja también, delicada y fina pero rotunda con una vehemencia a lo Louise Bourgeois. Sostiene un paisaje de cartas en blanco dirigidas a un familiar con el que el artista perdió la comunicación y así, en este ejercicio de desnudez del alma, Moscardó busca la empatía del espectador que, conmovido por una iluminación nada teatral, encuentra la calidez de una bombilla flotando al borde de la mesa. La bombilla es el colofón, péndulo nostálgico de un Francis Bacon austero al que dedica un guiño.

La austeridad de ese final es abrupta, Esta noche no dormirás termina con una bandeja metálica de tinta roja debajo de la bombilla, ¿acaso surge de ella el pigmento impregnado en los papeles? El artista confiesa que es ahí mismo donde empieza en realidad la narrativa de su muestra, que la exposición está pensada para recorrerla al revés y es que, ineludiblemente, se ha de regresar sobre los pasos caminados para salir de la sala apreciando desde una nueva perspectiva la historia que Moscardó traslada. De la luz a la oscuridad y de la oscuridad a la luz, un recorrido menos tenebroso de lo que pudiera imaginarse, una propuesta de introspección para dilucidar las luces y las sombras que habitan en nuestro interior más profundo.

Compartir el artículo

stats