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Un pedazo del arca

Un pedazo del arca

Cada pueblo cuenta la leyenda del diluvio a su modo. Pero, curiosamente, esos modos distintos se parecen. En Babilonia, Ea, dios de las aguas, avisó al piadoso héroe Ur-Napishtim de la proximidad del diluvio y le aconsejó que construyese un arca gigantesca, la llenase de animales, contratara a un piloto y se embarcara en ella, si quería salvarse.

En la India, el dios Prayápati se apareció al héroe Manu en forma de pez y le dio el mismo consejo. Manu construyó un barco y, cuando las aguas cubrieron todo, usó una serpiente como cuerda y la amarró a la cumbre más alta del Himalaya, el monte Everest, que en tibetano se llama Chomolungma.

En Grecia, el gran dios Zeus inundó la tierra y ahogó a todos los seres humanos, salvo a Deucalión y su esposa Pirra, que construyeron un arca y flotaron durante nueve días, antes de posarse suavemente en la cima del monte Parnaso.

Otras leyendas sitúan el diluvio en África, en las islas del Pacífico o en América, pero la más conocida es la que se refiere al dios hebreo Yahvé o Jehová.

Cuenta la Biblia que Jehová quería castigar a los seres humanos por su maldad. Lamentaba haberlos creado, y se dijo:

„Voy a hacer que todos los hombres desaparezcan.

Pero Jehová apreciaba sinceramente al profeta Noé, que por entonces acababa de cumplir 600 años. Lo consideraba un hombre bueno y justo, y no quería que ni él ni su familia corriesen la misma suerte que los demás.

„Yo creé al mundo y a sus habitantes -dijo Jehová a Noé-. Los hice a mi imagen y semejanza, pero se han malogrado. Ahora los destruiré. Haré llover durante cuarenta días con sus noches, y las aguas subirán e inundarán la tierra. Todo será como un solo océano. ¿Sabes nadar, Noé?

„Ni yo ni ninguno de los míos.

„No importa -continuó Jehová-, porque de todos modos quiero salvaros. Te diré lo que has de hacer: construirás un arca de madera resinosa muy grande, con tres pisos y un techo. Tendrá estas medidas: 300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de alto. Divídela en compartimentos y calafatéala con brea por dentro y por fuera.

„Soy hombre de río, no de mar -objetó Noé-. Puedo hacer balsas de mimbre bastante grandes, para cruzar nuestros ríos, el Tigris y el Éufrates, y llevar mercancías de una orilla a otra. Pero no sé si podré construir un arca tan grande. ¿Debe llevar una vela o varias? ¿Necesita algún tipo de timón o de remos? ¿Qué nos ocurrirá si se forman corrientes o grandes olas y nos arrastran? Si no podemos maniobrar, acabaremos cayendo al abismo que se abre más allá de los mares.

„No te preocupes por esos detalles -le contestó Jehová-. Tú busca la madera y haz el arca. Yo me ocuparé de que se mantenga a flote.

„Gracias, Señor. Eso me tranquiliza.

„Cuando la hayas construido -prosiguió Jehová-, elige dos animales de cada especie del mar, del aire y de la tierra, para que tengan descendencia, y acomódalos en el arca, con alimentos suficientes para todos ellos. Luego lleva también a tu familia: tu mujer, tus hijos, las esposas y los hijos de tus hijos. Cierra todo bien, puertas y ventanas, y espera.

Noé obedeció a Jehová en todo, excepto en lo de embarcar a los animales del mar. ¿Para qué iba a llevarlos a bordo, si estarían a salvo cuando se inundara la tierra? El problema para esos animales llegaría después, cuando bajasen las aguas, porque entonces cabría la posibilidad de que se quedasen atrapados en cualquier sitio. Una foca, por ejemplo, si se descuidaba, podía acabar en medio del desierto o de la selva. Y ¿qué sería de ella entonces?

La gente, que siempre había sentido curiosidad por las actividades de Noé, se burlaba al ver que construía el arca tan lejos de la costa.

„Noé, ¿estás seguro de no haberte equivocado? ¿No sería mejor llevar el arca al mar en vez de esperar a que el mar se desplace hasta aquí?

También se reían de sus dotes de profeta, porque en aquella tierra llovía muy poco, y él les había contado que iba a producirse un diluvio.

„¿No lo habrás entendido mal -le preguntaban-, y lo que Jehová te ha dicho es que nos enviará una tormenta de arena o una plaga de langosta?

O bien criticaban su lentitud:

„Date prisa en acabar el arca, Noé, que por el horizonte asoma una nube muy negra, que anuncia lluvia, y aún no has terminado de clavetear el techo.

Cuando la embarcación estuvo terminada, Noé se encerró en ella con su familia y con una pareja de animales de cada especie. Y tuvo buen cuidado, como Jehová le había pedido, de cerrar puertas y ventanas.

Al principio caía una lluvia menuda, pero de pronto arreció y empezó el diluvio. Al cabo de unos días, las aguas habían crecido tanto que el mar inundó la tierra entera, y el arca quedó a flote y fue a la deriva.

Hombres y animales se ahogaron y murieron, salvo los que viajaban en el arca.

Las aguas rebasaron las colinas, los montes y las cumbres más altas, y siguieron creciendo. El arca se encaramaba sobre las olas. No era una embarcación construida para navegar por el mar, porque no tenía quilla ni proa, sino para flotar incansablemente.

A veces se asomaban por un resquicio de una ventana y atisbaban bancos de peces voladores, que saltaban sobre las olas, y grandes ballenas y cachalotes, que nadaban y se sumergían bajo la lluvia.

Parecía que nunca iba a amainar, y que Jehová se había olvidado de ellos. Pero un día se apiadó de su suerte, y el diluvio se interrumpió.

Un viento diáfano lo despejó todo. Cuando las aguas empezaron a retirarse, el arca quedó encallada en el monte Ararat, en la actual Turquía.

Noé abrió una ventana con dificultad, porque la madera se había hinchado con tanta lluvia, y contempló el paisaje desolador. Solo se veían las cimas de los montes vecinos, rodeadas de agua.

Soltó un cuervo, que revoloteó sobre aquel mundo hostil sin encontrar dónde posarse, y volvió enseguida. Luego soltó una paloma, que también regresó al poco tiempo.

Esperó siete días más y soltó otra paloma, que volvió con una hoja de olivo en el pico. Noé comprendió que las aguas ya se habían retirado de gran parte de la tierra. Pero era un hombre prudente, y esperó siete días más para soltar de nuevo la primera paloma, que ya no regresó, prueba de que la tierra empezaba a secarse.

Por fin Noé se decidió a abandonar el arca con su familia. A medida que bajaban de la montaña, los animales se dispersaban.

La Biblia dice que Noé construyó un altar y agradeció a Jehová que los hubiera salvado, a él y a los suyos. No explica qué le ocurrió al arca después del diluvio.

Una leyenda armenia completa la historia. Al parecer, a mediados del siglo iv hubo en el monasterio de san Jacobo, al pie de la montaña, un monje que empezó a subir al monte Ararat en busca del arca de Noé.

Pero el buen Dios, que quería preservar la gigantesca embarcación de todo contacto humano, se dio cuenta de que el monje estaba a punto de encontrarla e hizo caer sobre él un sueño de plomo.

El monje durmió largo rato. Al despertar siguió escalando, pero tenía la extraña sensación de haber pisado ya aquellas piedras y haber pasado por aquellos lugares.

De nuevo le rindió el sueño y se durmió. Y otra vez, al despertar y emprender la marcha, sintió como si estuviera recorriendo el mismo sendero.

Le ocurrió en más ocasiones. Pero su religiosidad y sus deseos de encontrar el arca eran tan grandes que se resistía a abandonar.

Finalmente, el buen Dios se le apareció en un mar de nubes y le explicó que cuando se quedaba dormido desandaba el camino en sueños.

„Es mi voluntad -le dijo- que nunca llegues a encontrar los restos del arca que construyó Noé. Pero, como quiero premiar tu fe, te entrego esto.

El monje se encontró en las manos con un pedazo de madera negro y roído por el tiempo. Volvió al monasterio y se lo mostró a sus compañeros, que se quedaron admirados.

Algunos cuentan que aquel monje era el propio san Jacobo, que hizo más expediciones al monte Ararat y que de cada una de ellas regresó con un fragmento del arca. Sea como fuere, los monjes, el antiguo monasterio y las posibles reliquias del arca que allí se custodiaban desaparecieron en 1840, a consecuencia de un terremoto y una avalancha posterior que lo enterró todo, hasta tal punto que se desconoce su ubicación exacta.

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