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No habrá tiempos mejores

No habrá tiempos mejores

Empecemos con una afirmación tópica sobre clases de escritores. Los escritores se dividen en dos clases: los que saben escribir y los que saben contar (los que no saben hacer ninguna de las dos cosas, aunque escriban, no son escritores). Y ahora tratemos de explicarlo. Escribir y contar, aunque sea contar por escrito como es el caso, no es lo mismo. Digamos que escribir es un oficio, y como todo oficio se puede aprender, mejor o peor, pero contar es un arte, un don, un don raro, un don casi divino que nos seduce al instante, un don que poseen muy pocos escritores y los hace distintos a los demás. A fin de cuentas el relato oral precedió al escrito que sólo trataba de conservar y acabo siendo su perversión y su tumba.

Leo Perutz y este bellísimo libro de título no menos bello, De noche, bajo el puente de piedra, es un buen ejemplo de narrador que seduce con sus historias. Estamos en Praga, finales del siglo xvi, durante el reinado del emperador bohemio Rodolfo II. La Historia y las leyendas no son, como generalmente se cree, relatos diferentes, incompatibles, contradictorios. Al contrario, se mezclan sabiamente, se complementan, se interpretan, se iluminan. De noche, bajo el puente de piedra es uno de esos libros, raros también hoy, que se lee con auténtico placer. Ese placer de la lectura del que tanto hemos oído hablar y que tanto nos cuesta explicar, quizá porque los placeres resultan difíciles de explicar y difíciles de entender por quienes no los comparten. Pero basta con que nos sentemos y leamos las primeras páginas para que nos olvidemos del mundo que nos rodea, porque, casi sin darnos cuenta, estamos entrando, de la mano del narrador que nos guía, en otro mundo, un mundo más real a pesar de su apariencia ficticia, o tal vez gracias a ella, un mundo al que sólo nos dan acceso algunas grandes novelas. Porque, como dice el maestro Jakob Meisl, el narrador de estas soberbias historias, «los profesores de historia que enseñan en los colegios y los señores que escriben los libros de historia para ellos, no saben ni entienden nada», confunden las causas con los efectos y sólo dan importancia a lo que se ve a simple vista que, como todo el mundo sabe, «no son más que tonterías», y no tiene nada que ver con la verdadera vida, esa vida que vamos dejando atrás mientras perseguimos su sombra. Porque el mundo y sus pobladores se mueven por impulsos más recónditos y oscuros, por azares más inverosímiles y disparatados, por sueños más inalcanzables y misteriosos, como el sueño del emperador y el sueño de la bella Esther, esposa del judío Mordejai Meisl, que junto con los cómicos ambulantes Jäckele-Narr y Koppel-Bär, el bufón y estufero real Brouza, un alquimista, un rabino, un pintor, o un caballero, pueblan estos soberbios relatos, cada uno de los cuales es una pequeña obra maestra en sí mismo, y que juntos forman una especie de comedia humana en miniatura en la que, como ya hiciera Balzac con sus personajes, los de Leo Perutz van y vienen de un relato a otro, mientras ante la mirada del fascinado lector va surgiendo la magnífica novela que en realidad es De noche, bajo el puente de piedra.

Leo Perutz fue un escritor y matemático judío nacido en Praga en 1882 y muerto en Austria (Bad Ischl) en 1957, después de regresar de su voluntario exilio a Palestina huyendo de los nazis. Muy pronto empezaría a escribir cuentos y no tardaría en alcanzar la fama con sus novelas históricas. Elogiado por críticos y escritores, Musil, Tucholsky, Calvino, Graham Greene o Borges, con el que tiene a mi juicio algunas similitudes obvias, o afinidades si prefieren, podría pensarse que es un escritor para escritores, pero nada más alejado de la realidad. Leo Perutz escribe para los verdaderos amantes de la literatura, para aquellos que no leen para matar el tiempo, sino para todo lo contrario, para no perderlo, para recobrarlo, para aquellos para los que una tarde pasada con un libro no es una tarde perdida, sino una tarde ganada. Fascinante novela.

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