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Criminalidad del lenguaje

El lenguaje es un instrumento criminal, un asunto muy peligroso, el explosivo más volátil e inestable que se conoce, el arma negra de las armas blancas. La gente no lo sabe, o hace como que no lo sabe, pero esa ignorancia no le quita ni una brizna de su criminalidad. Las persecuciones políticas se desatan por el lenguaje. Los crímenes domésticos se cometen por el lenguaje. Las guerras de religión, y las otras guerras, estallan por el lenguaje.

Para todos los desastres que han ocurrido, ocurren y ocurrirán en la historia, existen muchas causas; pero las que aparentan ser de otra índole también son de naturaleza verbal. No puede ser de otra manera. Los seres humanos no tenemos otro instrumento para comprender la realidad que no sea el lenguaje. Los lenguajes otros -los sentidos, las experiencias de carácter físico, y los fenómenos paranormales, por así decir-, para ser entendidos, deben traducirse al lenguaje verbal. Esa luz sempiterna hacia la que se dirigen los moribundos, en los relatos de ultratumba, ha sido descrita como luz, con la palabra luz, por todos los sempiternos moribundos que regresan de la ultratumba para aleccionarnos acerca del más allá y sus costumbres de intendencia lumínica.

Habrá quien apostille que el lenguaje no es criminal, sino que los criminales somos los individuos que lo usamos; pero ese argumento, además de un sofisma poco ingenioso, resulta una bobada. Porque nosotros somos el lenguaje, estamos hechos de él, y no hay forma de separar esos dos ámbitos. La Asociación del Rifle también prescribe el buen uso de las armas de fuego, también objeta a sus enemigos que un revólver, por sí solo, no es ni bueno ni malo. De ahí que el Colt más famoso de la historia se denominase Peacemaker: el Pacificador.

Todas las clases de palabras son propensas al crimen, todas sirven para dañar, herir, atentar, golpear, cortar, ahogar, estigmatizar, etcétera. No se salva ninguna, desde los sustantivos hasta las interjecciones. Pero una de las palabras más perversas y homicidas es la conjunción pero. Porque no lo parece. Porque tiene carita de buena. De mosquita muerta de lo adversativo. Sin embargo, constituye en sí misma todo un programa de antagonismo y de enemistad. Se las da de razonable, pero. Se disfraza de juiciosa, pero. Que no os engañen: el que te pone peros te está apuntando y disparando a la cabeza. El que te pone peros ya te había declarado la guerra, pero no quiere pasar por belicista. La retórica es el gran refugio de todos los canallas.

Estamos unidos frente a€, pero. Nosotros acogemos por igual a todos los ciudadanos, pero. Compartimos los enemigos, pero. Aquí hay libertad de expresión, pero. Y todos los peros de casi todos los asuntos del mundo.

Mirar hacia otro lado consiste en hablar hacia otro lado. Dárselas de demócrata significa hablar como si uno lo fuera y los demás no. Las deslealtades, las traiciones, las indignidades vestidas de bonito, las felonías, las ingratitudes, empiezan todas por un pero.

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