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Retazos de inmigración

La artista Pilar Beltrán (Castelló, 1969), articula la exposición «Entramats» a partir del tejido, asociado a la labor femenina pero también como estructura social, política y afectiva, y como reflexión del drama migratorio.

Retazos de inmigración

Estremece leer la cifra de migrantes que año tras año cruzan el Mediterráneo y lo arriesgan absolutamente todo, sus pocos recursos y vida, en busca de la remota esperanza de encontrar un trabajo que los dignifique como personas, optar a un hogar, educación, una existencia mínimamente tranquila. Desde nuestro cómodo sofá frente al televisor sólo vemos el final de una travesía que ha debido ser un auténtico infierno: una hilera de ateridos hombres y mujeres envueltos en mantas. Nos choca ese desequilibrio entre el riesgo de morir ahogados y la escasa posibilidad que tienen de quedarse en Europa. Está claro que el infierno no está en el mar.

Pilar Beltrán es de esas artistas que miran la realidad de frente, se implican y toman partido. Aunque esa realidad sea una mierda, duela por lo que se va descubriendo en el camino, o suponga, a nivel artístico, un proyecto a muy largo plazo. A través de un invisible hilo que sutilmente va guiando al espectador, Entramats muestra retazos de la migración: unas placas translúcidas velan una serie de imágenes fotográficas que impiden discernir la escena en su totalidad. Podríamos moverlas, contemplar la escena, pero igual duele lo que podamos ver. ¿No es eso lo que la mayoría de nosotros hacemos frente a la migración, no inmiscuirnos demasiado, no ver el drama no sea que tiremos del hilo y nos enredemos demasiado? O como ese enorme contenedor de metacrilato azulado que nos invita a acercarnos a él; sentimos curiosidad por ver qué hay dentro, nos encantaría acceder a su interior ya que desde fuera nada se adivina. Queremos entrar, siempre que podamos salir después: contamos con esa ventaja. Por el contrario, en esos mismos contenedores muchos inmigrantes se fuerzan a entrar, para jamás poder salir. Terrible y magnífica metáfora.

Con todo lo dramática que la travesía migratoria pueda ser, cuenta con su lado enternecedor, el que descubre lo mejor del ser humano. Pilar Beltrán nos presenta a mujeres anónimas que diariamente contribuyen a confeccionar una realidad menos áspera para aquellos que van llegando a nuestras costas. Desde detalles tan emotivos como es la recogida de juguetes para cuando la arribada de criaturas -juguetes presentados en un «fardell», un hato como aquellos que utilizaban a modo de maleta nuestras abuelas en el pueblo-, a contribuciones tan magníficas como es la idea de tejer chaquetas a partir de cada una de las mantas, esas mismas mantas con las que los inmigrantes se embozan temblorosos. Una idea, por cierto, en la que todos podemos colaborar adquiriendo una.

De tejidos nadie nos tiene que enseñar mucho, nuestra Comunitat ha sido un referente a lo largo de muchos siglos. En pueblos como Ontinyent, Morella o Lucena, entre otros, podíamos cruzarnos hasta hace no mucho tiempo, fábricas y talleres de ropa de cama y baño de altísima calidad, porque se tejía, cosía y tejía a mano. Y, si no, que se lo pregunten a María, o a Maruja, Carmen o Rosa, cuyos abuelos y padres ya trabajaban en el sector. No conocemos sus rostros, pero sí sus hermosas y trabajadas manos. Pilar Beltrán las ha entrevistado y ellas nos han contado sus vidas, unas vidas que empiezan en la adolescencia, con 12 o 14 años, «unes xiquetes» entrando a tejer y urdir con mucho frío y poca luz. Hasta que un día el patrón les dice que aquello se cierra, que se vayan a sus casas y, como toda compensación, en un gesto que podríamos calificar de entre cariñoso y paternalista, les invita a llevarse alguna manta.

Los tejidos de alegres colores y tacto suave y esponjoso contrastando a un lado de la sala San Miguel frente al otro, las grises, rugosas y austeras mantas recicladas en chaquetas; las fotografías nítidas y realistas de las manos de las urdidoras frente a las veladas imágenes migratorias; la tenue luz de un espacio frente a la luminosidad del otro. Y en medio de ese proceso de investigación, la artista descubre que en Lucena, en aquellos primeros años de la guerra, se creó el Comité local de refugiados para acogerles y proporcionarles lo básico.

De este modo tan simple, o quizás no tanto, se va tejiendo nuestra historia, vidas que se entremezclan, mujeres que cosen chaquetas con otras que tejían, el pasado con el presente. La historia que se repite.

Entramats es un proyecto que sobrecoge, sorprende, conmueve.

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