Sentar a dos gestores culturales de prestigio con el propósito de analizar el presente cultural y el futuro de los museos es un lujo. Saben lo que dicen y explican lo que hablan, quizás por eso son vigilados de cerca por el poder público, muy poco dado a estar rodeado de gentes con recursos intelectuales. Unos celos que están ausentes de la conversación, incluso cuando se les pregunta por lo que más les gusta del otro museo. «Mi objetivo en los próximos años es probar nuevas formas de atraer público, porque los museos hemos llegado al límite». Ese es el principal deseo del director del MuCEM, Jean-François Chougnet. Apunta que esa puede ser la asignatura pendiente de la nueva etapa de la democratización cultural, donde tienen mucho que decir las instituciones de ciudades periféricas como Marsella o València. Pone como ejemplo la programación expositiva del IVAM, uno de los mejores museos de arte contemporáneo, una experiencia que intenta exportar a Marsella, con la dificultad que entraña competir con la omnipresente París.
A José Miguel G. Cortés le gusta ese mestizaje artístico que desprende el MuCEM, esa capacidad del centro marsellés para relacionar al mismo tiempo la etnografía con el arte contemporáneo y la literatura. «La exposición de Jean Genet, me encantó, era pequeña pero intensa. Esta mezcolanza me gusta, porque la gente que se interesa por el arte, también lee y va a el cine. El "y" copulativo me gusta mucho».
«Así son los artistas actuales, muy visuales, más cinematográfico. Por eso cuando exponen en un museo tienen problemas para separarse de su primogénito proceso creativo», concluye Chougnet.
