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Crònicas de la incultura

Élites

Élites

Es curioso lo que ha sucedido con la palabra élite. El diccionario académico la define como «minoría selecta o rectora», introduciendo así una disyuntiva que apunta directamente al problema. Parece darse por supuesto que las personas seleccionadas deberían regir los destinos del país. La pregunta es en función de qué oscuras razones las eligieron: ¿qué clase de élite forman esos tipos que se han forrado en la Comunidad de Madrid con el sobrecosto de las mascarillas en el momento más grave de la pandemia? Su fealdad ética va pareja con la estética porque los sinvergüenzas siempre son horteras: pienso en los cinco coches de alta gama que se apresuró a comprar uno de ellos, más o menos como la gente que tira la casa por la ventana cuando le toca la lotería. Como muestra basta un botón, pero de esta ganadería los hay a cientos. La pandemia impidió la difusión que debería haber alcanzado un libro de 2019, escrito por Pedro Ramiro y Erika González y que se titula A dónde va el capitalismo español. Allí salen todos (y todas, aunque todavía son pocas) y se comprueba cómo siempre son los mismos perros con distintos collares, otrora monárquicos, luego franquistas, ahora sedicentes demócratas. Es gente con buenas tragaderas.

Traigo todo esto a colación porque, cuando reparamos en las élites culturales, se constata que aquí sí que ha habido un cambio. Desgraciadamente, a peor. Los Ortega y Gasset, Caro Baroja, Bosch Gimpera, las Pardo Bazán, Zambrano, Moliner, eran intelectuales y ejercían de tales. Ahora los …, bueno, es que no recuerdo ninguno, y las …, vaya tampoco, son lo que llaman «influencers». Acudo a una acreditada lista de los cien influencers más importantes de España y me sale un montón de gente completamente desconocida (para mí), de cuya importancia no tengo por qué dudar, pero.... Me dirán que eso me pasa por no frecuentar las redes sociales. Es posible. De la primera de la lista, que al parecer triunfó porque salió en ‘Élite’, una serie de Netflix, se afirma que tiene 28 millones de adeptos en Instagram porque cada una de sus «publicaciones» se ha convertido en viral. ¿Cómo es posible que yo firme una columna cultural y no esté al tanto de los libros que gustan a uno de cada dos españoles? Sigo leyendo y descubro que lo que llaman publicaciones son cosas como posados en bañador. Me dirán que lo de los influencers se da en todo el mundo. Es cierto, pero lo de los intelectuales también y siguen orientando a la opinión pública. Salvo en este desdichado país. Tendría serias dificultades para citarles a diez que merezcan la pena. Como no resucitemos a aquel vasco cascarrabias que escribió lo de «¡Que inventen ellos!»

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