Ahí empezó TODO

Pensar que los que teníamos por rarezas se encuentran en este escaparate donde no se sabe si están todos los que son pero sí que son todos los que están.

Ahí empezó TODO

Ahí empezó TODO / Alfons Cervera

Alfons Cervera

Alfons Cervera

Meterte en las páginas de un libro es cambiar de casa (quien la tenga) todo el tiempo que dura la lectura. Casi siempre esa duración se da en solitario: tú y los personajes que protagonizan la historia. Pero hay otras veces en que te metes en un libro y lo primero que pasa es que suena la música. Y esa música ya no se detendrá ni siquiera cuando cierres el libro y vuelvas a tu vida de antes, a tu casa de antes (si es que la tienes), a eso que antes habías vivido a lo mejor sin darte cuenta de que la vida, como dicen que dijo (no lo creo) John Lennon, era algo que pasaba por tu lado cuando andabas cazando sueños o saliendo a toda mecha de una emboscada. Y cuando empieza la música, también empiezan a salir quienes nos la dejaron en herencia para que el tiempo de las canciones que nos hicieron felices no caigan en el saco roto y miserable del olvido. Ese libro lo han escrito César Campoy y Juan Puchades y se titula: Los cien mejores discos del rock español de los 60 y 70. «Ahí empezó todo», le decía César a mi colega Voro Contreras en el magnífico reportaje que aparecía en este diario hace unos días. Se refería a los sesenta, a la música de aquellos años que hoy han caído lastimosamente en el olvido. La memoria no es lo propio de un país en que ayer ni nos suena a una de las canciones más hermosas de todos los tiempos en la voz de Paul McCartney. Una aclaración: soy de los Beatles a tope. La historia de la música que no es la de Mhaler o Piotr Chaikovski es la suya, la de ese cuarteto que siempre fue tres pasos por delante y ninguno atrás en los pocos años que anduvieron juntos. Seguro que si Lenin los hubiera conocido habría rectificado el título de su ensayo sobre lo que ha de ser un Partido revolucionario. Pero dejo a Lenin y los Beatles y me voy a vivir con esos grupos que en los años sesenta y setenta formaron parte no de la historia musical de nuestro país, sino de mi propia vida.

Escribe Juan Puchades: «...tanto los años sesenta como los setenta han sido engullidos en su integridad por el pozo del ostracismo y el desinterés generalizado… Aquí pareciera que la vida pop hubiera comenzado en la década de los ochenta». Amarga verdad que, como cantaba el maestro Serrat, seguro que no tiene remedio. Pero no quiero pensar en lo malo porque es un lujo asiático volverme a encontrar con algunos de los grupos que formaron parte de eso que se lama educación sentimental, una educación sentimental que en este caso para nada soy tan imbécil de querer relacionar con la nostalgia. Esos grupos ya no existen. Bueno, sólo los incombustibles pioneros: el Dúo Dinámico. Ha habido reapariciones. Pero con escasos resultados. Una noche vi a Los Sírex en València, después de muchos años, y la verdad es que estuvieron casi como en sus mejores tiempos. También a Los Brincos en Xàtiva, cuando era alcalde Alfonso Rus y subió a tocar la batería: no sé si eso estaba en el contrato. A lo mejor sí. Con o sin el de los billetes de a millón, el grupo que tantas alegrías despertó en una generación adolescente era a esas alturas una mierda. Por eso, mejor quedarnos con las versiones originales de sus formaciones y sus éxitos. Eso es lo que encontramos en este libro que es como la banda sonora de muchas vidas. Eran tiempos oscuros, claro que lo eran. Pero alguna rendija tendría que haber para respirar una miaja de aire y no ahogarnos en la ciénaga de una dictadura que, con el paso del tiempo, sería del gusto de muchos de aquellos grupos que nos vendían aires de una libertad que luego Díaz Ayuso y sus secuaces han puesto a su nombre en la España tomada por la falta de pensamiento crítico y la dominación total del disparate.

A lo largo de la lectura, me he emocionado muchas veces. Muchas. He vuelto a las estanterías de los vinilos. Ahí están muchos de los discos que salen en esta soberbia recopilación de César Campoy y Juan Puchades. Pensar que los que yo mismo tenía por rarezas los encuentro en este escaparate donde no sé si están todos los que son pero sí que son todos los que están. Cuando acabé la lectura, me fui al tocadiscos y puse algunos álbumes, EPs y Singles de Bruno Lomas con Los Rockeros, de Los Mitos, de una Cecilia sorprendente y Los Salvajes, de Los Cheyenes y esa obra maestra del garaje que es Válgame la Macarena, de Pau Riba, Smash y los Z-66 donde cantaba Lorenzo Santamaría, de los Módulos y el tembleque que cogí en el Bar la Rulla de Vilamarxant cuando escuché en el jukebox Todo tiene su fin, de Tequila, Miguel Ríos y Camarón, que le da todo el sentido al cerrar este viaje maravilloso por las leyendas musicales de un tiempo que sigue persistentemente vivo en mi memoria. Y cómo no destacar la presencia de los grupos valencianos: Modificación, Los Huracanes, Los Pepes, Cotó-en-pèl, Mediterráneo, Pep Laguarda i Tapineria, y los imprescindibles Eduardo Bort, Bruno Lomas y Remigi Palmero. Hay más grupos y artistas ausentes porque no se atienen a los criterios que han barajado los autores. Pero seguro que su curiosidad, la de ustedes, puede seguir escarbando en la larga lista de discos que formaron parte de nuestras vidas en un tiempo en que no todo era de colores, aunque lo parecía. Ojalá ustedes disfruten si salen de su casa (si la tienen) y se ponen a vivir en las páginas de este libro fantástico hasta que acaben su lectura. Estoy seguro de que sí. Y tan seguro.

Suscríbete para seguir leyendo