En la mañana de ayer, el sacerdote que fue acusado, condenado y después absuelto de un delito de corrupción de menores atendió a Levante-EMV a las puertas de la Colegiata de Gandia y reconoció que ha quedado abrumado por la polémica desatada.

Borja, que se encontraba dialogando con otros religiosos en el interior del templo antes de que le correspondiera el turno para oficial la misa, pidió salir de ese lugar para mantener la conversación sobre una cuestión que, asegura, le marcará de por vida.

Borja insistió una y otra vez en su inocencia de los hechos por los que fue acusado, asegurando que, a raíz de lo ocurrido hace ocho años, cuando ejercía de vicario en la parroquia de Sant Jaume de Algemesí, su vida cambio por completo.

El cura dijo que «la policía no encontró nada de pornografía» en el ordenador que le registraron, y añadió que durante todo este tiempo ha estado sin ejercer de sacerdote, y «prácticamente apartado de la sociedad».

«Todo lo ocurrido me ha hecho mucho daño. Mi madre falleció en este tiempo y sé que estoy en el punto de mira de mucha gente», añadió Borja, visiblemente afectado por el revuelo que se ha generado ahora a raíz de su regreso a la práctica del sacerdocio, precisamente en la primera iglesia de su ciudad, Gandia. También explicó que, por la especial sensibilidad social que este tipo de delitos causa, el Arzobispado de València también sigue sus pasos.

«Si todo lo que se ha dicho de mí ya es horrible para cualquier persona, para un sacerdote es todavía más sangrante», añade Borja, quien concluyó que, a raíz de la llamada Operación Telémaco, en la que se vio envuelto, «me he quedado sin ningún amigo y me han hecho un daño inmenso».