Los estertores de la crisis agrícola que ha sacudido este año el campo valenciano siguen produciendo ecos en los propietarios, empresas y cooperativas que se dedican a la explotación citrícola. El sector ya se ha empezado a mover para buscar soluciones de entidad a corto, medio y largo plazo ante la crisis, como prueba la I Convención de Cooperativas Citrícolas celebrada esta semana, en la que se retrataron los problemas del campo valenciano. Las declaraciones posteriores de directivos y representantes del sector han apuntado ya directamente al minifundismo, idiosincrasia de las explotaciones del territorio valenciano y de la Ribera, como el principal problema del sector. Una barrera al nivel de productividad necesario „calidad del producto aparte„ para poder competir en el mercado global.

«Un catedrático trataba este concepto como costes ocultos del minifundio. Designaba los costes extra con que cuenta la explotación de un campo pequeño en comparación con otro de mayor tamaño». Paco Borràs, exdirector comercial de la cooperativa Anecoop, destacaba este punto a la hora de ampliar los apuntes que lanzó en su conferencia en la Convención Citrícola del pasado martes. «A un campo de 20 hanegadas no puedes aplicarle un sistema de extracción del cítrico que no sea manual», ejemplificó. Así, al mismo tiempo, el campo pequeño produce menos „por los márgenes, caminos, el espacio para quemar leña... Todo el suelo que deja de ser productivo„ y resulta más caro de explotar. «En la Ribera, en los últimos 20 años, la implantación de los caquis en un contexto de auge ha escondido el problema porque contaba con una rentabilidad que cubría esos costes extra. Pero eso se acaba», vaticinaba Borràs. Las particiones de las parcelas que se han venido realizando durante los últimos dos o tres siglos merced a la ley de herencias ha acabado dibujando un campo dividido hasta el extremo. «Ahí tenemos un problema. Si vas a los campos de la comarca, las parcelas más viejas están abandonadas por ser demasiado pequeñas como para ser rentables. El porcentaje de abandono es altísimo», explicó a Levante-EMV Paco Borràs.

Tres claves a seguir

Para superar esta particularidad, el agricultor señala tres punto que, entiende, son capitales. En primer lugar, «cambiar la mentalidad» de los propietarios, que asuman un nuevo tipo de explotación. También las de aquellos con un campo abandonado, pero que se niegan a venderlo. «Cuando un ayuntamiento aprueba la construcción de un polígono industrial, y los amos de los campos no quieren vender su parcela, se expropia. No digo que se lleve a cabo el mismo procedimiento, pero sí que nuestras condiciones no son las mismas», detalla Paco Borràs. En segundo término, señala la importancia de encontrar una entidad «con energía suficiente para liderar todo el proceso». Los movimientos llevados a cabo la pasada campaña perfilan algunos candidatos a cumplir con este punto. En tercer lugar, Borràs señala la importancia de crear «estructuras jurídicas que hagan posible la reconversión». Por último, el directivo agrícola cita en cuarto lugar «alguna ayuda de la administración», aunque considera que es «el punto menos importante». Acerca del desarrollo de la Llei d'Estructuració Agrària, cuya importancia subrayó en estas mismas páginas Cirilo Arnandis, Borràs se mostró más cauto: «Ojalá, ojalá sirva».

Destacó, eso sí, cómo la ruinosa campaña ha puesto de relieve la situación del campo valenciano, una sensibilidad que se ha trasladado a la clase política. «Queda por ver si también sirve para henchirles de la valentía necesaria para aprobar algo serio», añadió Borràs. Con todo, la responsabilidad principal, insistió, recae sobre el mismo sector citrícola. En estos mismos términos se manifestó Arnandis: «La crisis nos ha hecho ver que nuestro producto no es tan bueno, pero tampoco tan malo como puede parecer ahora. Tendremos que ver qué cambios hacemos para adaptarnos a la globalización», explicó a este diario. En el proceso de superar el minifundio y sus costes ocultos está el futuro. «De otro modo es difícil competir con otros países en el centro de la campaña. En este escenario, el minifundio es la primera víctima», explicó Borràs. El sector citrícola está ante el espejo.