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Diez años sin el padre de Pumby

Esta semana se ha cumplido una década del fallecimiento del dibujante que impulsó el cómic español en plena dictadura

Diez años sin el padre de Pumby

José Sanchis Grau (1932-2011) dejó su amada València un 2 de agosto y el gatito Pumby despegó de esta tierra. Una década ha sido suficiente para borrar de muchas memorias el legado del famoso dibujante valenciano que tantas sonrisas ha provocado a niños y mayores. Amante de la naturaleza y con raíces de pueblo valenciano, era mitad de Benimodo y mitad de Novetlé. Pese a nacer en València, era un «ser de poble» y siempre fue feliz en su segunda residencia, Benimodo, y después en Serra.

Emilio Sanchis, hermano del dibujante, relata que su madre, Benilde Grau, era de Benimodo y se fue a València a vivir cuando conoció a su padre, pero nunca perdió las raíces. Durante muchos años y, sobre todo, tras el fallecimiento prematuro de su padre, visitaron en múltiples ocasiones La Ribera. Desde el tren de vapor hasta «meterse todos en el 600 y ‘al poble’», el camino a Benimodo siempre fue la búsqueda del hogar porque allí estaba su familia. Su tía Rosa era la que les cuidaba y trabajaban en el campo con sus primos. Incluso estando en València, su casa se llenaba de Benimodo, era «el hostal para todos los benimodolines que acudían a la capital». También se encargaban de comprar ramos de flores en una floristería de València para las bodas del pueblo.

No todo fueron largos veranos en Benimodo, el suyo no fue un camino fácil. En una vida accidentada, el humor fue su salvación y su mayor herramienta de dibujo. En 1950, un joven Sanchis tropezó con una bala de un guardia que le atravesó la columna y estuvo en el hospital siete meses. Mientras permanecía en una camilla dio forma a aquel gato que un día se encontró al volver «harto cansado» del trabajo. Llevaba dos años de colaborador en varias publicaciones y esto le supuso un punto de inflexión para dejar su oficio de engastador y conseguir un trabajo fijo en lo que representaba su vocación. Todo cambió en el número 206 (1954) de «Jaimito», donde apareció la aventura de un gatito alegre, firmada por «J. Sanchis». Pocos meses después vio la luz la primera publicación Pumby.

Diez años sin el padre de Pumby

Del primero al último, los tebeos del dibujante siempre han sido dedicados a «todos esos maravillosos amigos, seres alados o no, diminutos o grandes que nos acompañan en este planeta y que han sido, salvo honrosas excepciones, acosados, diezmados, perseguidos, cazados o torturados». El autor reivindicaba así el fin de estas actuaciones. «Toda mi obra salpicada de gags o trucos más o menos humorísticos, se inclina hacia la acción positiva y constructiva y al máximo respeto a la naturaleza y el castigo de sus enemigos». «Una planta no puede ser mala. Hasta las ‘malas hierbas’ sirven de abono a la tierra. Malo es quien las utiliza para el mal», dijo Sanchis. Javier Gay, dibujante y tallerista de cómics, destaca la presencia de una crítica al mal. Sin focalizar en «alguien real, todo es pura fantasía».

Conquistó a los padres con las críticas sociales que escondían algunos de sus chistes en la censura más encorsetada y a los hijos con un Pumby «incansable, feliz ideal y justiciero». Todo ello con una imaginación y colorido «descomunal». Incluso en los años con más dificultades económicas, cuando se debía optar por el blanco en las viñetas, los colores saturados que definen su obra y la sitúan en València, nunca dejan de brillar. Sanchis dedicó su obra a su tierra, ilustró incluso obras ligadas a la historia y lengua de la «Patria Valenciana». Y como buen valenciano, estaba ligado a las Fallas. Así, la falla Plaça de la Malva de Alzira le dedicó su «llibret» y un monumento en 2004.

Cuando la época mejoró para el sector editorial español, a los autores locales se los comieron las adaptaciones de novelas gráficas extranjeras y superhéroes americanos, que «Pepín» parodiaba en Súper Pumby. Aunque esto no supone una novedad en el recorrido de falta de reconocimiento y amor propio del arte valenciano. Pese a la crudeza de su situación, por muchos años que pasaran desde el último número de Pumby en los noventa, José Sanchis siguió dibujando sus historias y empapeló con ellas las paredes de su casa. Ese era, es y será su mundo.

Una excelsa obra sin el reconocimiento que merecía

En tiempos de dictadura, en València escaseaba el papel y la censura estaba a la orden del día. Era una etapa difícil para la prensa y las editoriales de la época. Editorial Valenciana era de las únicas que subsistía gracias a autores valencianos. José Sanchis inició y ganó varios litigios por sus derechos de autor a esta editorial.

Personalidades del sector han afirmado en repetidas ocasiones la falta de reconocimiento del autor. A día de hoy se realizan premios, reediciones y otros eventos en su honor, pero sin pedir permiso a la familia o sin retribuirla

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