Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

opinión

diez años de escasez

diez años de escasez

Que nadie se llame a engaño. Serán necesarios al menos 10 años, sin más inversión ni superflua subvención en la ciudad, que la rigurosamente necesaria para su estricto mantenimiento. Como en el sueño del faraón, tras siete años de gran abundancia, llegan ya siete de escasez que harán olvidar esa abundancia. Aquí, a diferencia con lo sucedido en Egipto, nadie recomendó a los reyes que gobernaban el imperio, que se almacenara grano en los años de abundancia. Tal vez, a nadie le interesó ser previsor.

Y pese a saberlo y constatarlo en el granero, y pese a ver la creciente pobreza y precariedad de tantos súbditos, hoy mismo, siguen vaciando las arcas

Los años de la abundancia fueron años de grandes dosis de clientelismo, de privilegios en los entornos del poder y de silencio de tantos, a cambio de gozar de prebendas.

Que nadie, pues, se lleve a engaño. No hay más grano en los silos municipales. La política no será más una tabla salvación.. Quizás solo lo sea para quien logre entrar en el consistorio, solo para ellos y no para la tropa de acólitos que le sigan. Hace poco un político, cual Moisés en la orilla del Mar Rojo, arengaba a los suyos: «aquellos que quieran, que me sigan». Le faltó la segunda advertencia: «aquí no habrá sitio para nadie», como hubo en los tiempos de bonanza.

Aún resuenan en mis oídos promesas electorales: duplicar el gasto social, hacer tal o cual obra, nada posible, palabras, palabras. Que nadie prometa nada que no pueda hacer, la ciudadanía ya no perdona el engaño.

Y esa realidad la perciben los ciudadanos con cierto optimismo, pues ya se vislumbra el cambio, el fin del utilitarismo, del convertir la política en mercancía. Asistiremos atónitos, en pocos días, a una obra teatral de discursos similares en su fondo, repletos de promesas imposibles. Y entre las bambalinas, todos se venderán a sí mismos unidos por un único deseo: alcanzar el poder.

Que nadie se llame a engaño, que de poco va a servirles. Preveo y deseo ver una gran mesa con veinticinco vecinos, haciendo sumas y restas (nada de multiplicaciones ni divisiones), saliendo a la palestra a contar que van a quedarse quietos para tratar de salvar lo que ya se tiene (ya está bien de tanta propaganda).

Tarea, pues, enorme y encomiable la que se avecina. Arreglar casa, acabar de una vez con la demagogia y el maniqueísmo y abordar con rigor el único proyecto posible, mantener la ciudad y la ciudadanía.

Pese a lo incipiente de nuestra democracia son muchos los que se rebelan contra el estado de la política hoy. La esperanza estriba, en ser capaces de organizar la ciudad para poder satisfacer las necesidades de la gente y no de las élites que dominan el poder. En eso, nada más y nada menos, tendrán que emplear su tiempo los nuevos ediles.

Que nadie se llame a engaño en esta campaña que llega, pues como dice mi buen amigo Manolo, «sólo serán aceptadas aquellas propuestas muy concretas y pegadas al terreno», y en todas ellas, «anteponiendo el ámbito social al político». Porque los años que vienen son los de las vacas flacas pero si ellas y sus pastores, saben organizarse y repartirse adecuadamente la escasa hierba que queda, llegaran otros años de prosperidad. Esperemos, que ya nunca más sean de opulencia.

Compartir el artículo

stats