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Crisis de los refugiados

«Nadie debería pasar por una cosa así»

Varios voluntarios de Cruz Roja de Gandia que participaron en la acogida de los migrantes narran a Levante-EMV su experiencia

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Celebración del día mundial del refugiado en Gandia

Mañana de lunes 11 de junio. El Gobierno de España estudiaba acoger en València a los 629 náufragos rescatados por el Aquarius, que navegaba sin rumbo por el Mediterráneo tras ser rechazado por Italia y Malta. Cruz Roja emitió una prealerta y comenzó el diseño del operativo de acogida. Toni Martí, presidente de la entidad en Gandia, consiguió reunir a 60 voluntarios de la ciudad, entre los que había 12 traductores, 16 psicólogos y trabajadores sociales, dos abogados y 5 médicos y enfermeros. Finalmente, fueron unos 30 los escogidos en toda la comarca para participar en un dispositivo que ha marcado sus vidas para siempre.

«A las cinco de la madrugada del domingo ya estábamos en la base del Alingui, donde teníamos la base de operaciones», explica Martí, que fue nombrado jefe de Logística en el puerto de València. «Lo primero que hacíamos, nada mas bajaban estas personas del barco, era proporcionarles zapatos. «Todos iban descalzos», comenta. Descalzos, hambrientos, asustados, pasmados por la cantidad de gente que les esperaba en el puerto, pero felices y muy agradecidos. «No paraban de decirnos 'thank you, thank you', o 'merci!, fue muy impresionante», comenta este veterano activista de Cruz Roja, que a pesar de haber vivido numerosas crisis humanitarias, como la del ébola en Sierra Leona, reconoce que quedó muy impactado el pasado domingo.

Muy conmocionada quedó también la psicoterapeuta Sonia Sánchez. «Hay que ser muy valiente y estar muy desesperado para dejarlo todo y arriesgar tu vida y la de tus hijos en el mar», afirma. Recuerda a una joven nigeriana embarazada a la que acompañó hasta el hospital la Fe. «No me soltaba de la mano». «Se tocó la barriga y me dijo: 'si es niña se llamará Sonia, como tú', y esto es la primera vez que lo cuento», confiesa Sánchez, escondiendo sus lágrimas ante sus compañeros, reunidos frente al Ayuntamiento de Gandia para celebrar, ayer, el Día Mundial del Refugiado. «A mi me han dado una lección de vida», asegura.

«Lo que más me impresionó», comenta Laura Mendoza, directora técnica local de Cruz Roja, «fue un menor que me dijo: '¡Por favor, déjenme un móvil! quiero llamar a mis padres y decirles que estoy bien'». Carlos Cerdán, otro de los voluntarios, explica cómo se desarrolló el operativo. «Antes de desembarcar, Sanidad Exterior les inspeccionaba para descartar enfermedades contagiosas». «Cuando bajaban», prosigue, «les esperábamos un traductor y un miembro de Cruz Roja, y les acompañábamos en todo momento». Quedó muy impresionado cuando «un hombre de 32 años, alto y muy corpulento que hacía de líder en el Aquarius, se derrumbó al pisar tierra y se puso a llorar, y el resto de pasajeros le aplaudieron».

Melisa Medina acompañó a varios menores. «Uno de ellos, de Sudán, me contó que había salido de su país para ayudar a su padre, que había tenido un ictus». «Quería trabajar y llevar dinero a casa para ayudar». Por su parte, María José, señala que la odisea de estas personas «es una experiencia que nadie debería vivir, es una injusticia». Esta médico jubilada se emociona al recordar la entrada de la flotilla del Aquarius en el puerto de València. «Me acordé de mi padre, que tras la Guerra Civil estuvo esperando, para huir, un barco que nunca llegó».

Todos estos voluntarios prosiguen ahora su trabajo de acompañamiento, por turnos, en el Campus de Cheste, donde se alojan los migrantes. «Lo que más preocupa ahora», comenta Javier castillo, otro de los voluntarios, «es el día de mañana, qué va a pasar con ellos cuando se cumpla el permiso temporal de 45 días».

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