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«Un mundo sin guerras llegará cuando desaparezcan los ejércitos»

Carlos Pérez fue condenado a prisión por desertor tras practicar en 1997 la llamada «insumisión en los cuarteles»

Carlos en dos momentos de su activismo, a la izquierda saliendo del CIR de Cáceres en 1997 y a la derecha encadenado, ya como desertor, ante el Gobierno Militar de Madrid. levante-emv

Carlos Pérez (València, 47 años) no solo fue objetor e insumiso, sino que además hizo todo lo que estuvo en su mano para que los militares lo declararan desertor. Cuando le tocó hacer la «mili», en 1986,

Así estuvo cinco años, hasta que se licenció. A su vuelta a València toma contacto con el Moviment d'Objectors de Consciència del País Valencià (MOC), que ya estaba mejor organizado en la ciudad, y es cuando decide hacerse insumiso. Hizo el paripé administrativo de renunciar a la objeción, pero sus intenciones no eran precisamente vestirse de verde. Se sumó a una estrategia perfectamente coordinada con otros colectivos de España, la llamada «insumisión en los cuarteles», que consistía en renunciar a la «mili» pero una vez estuviera en el destino asignado.

Así pues, entró en un nuevo sorteo de mozos y le tocó el Centro de Instrucción de Reclutas (CIR) de Cáceres. Era febrero de 1997 y el MOC de València ya tenía a tres de sus miembros en la cárcel. Carlos se presentó con su macuto y, como a un quinto más, le cortaron el pelo y le dieron el uniforme.

Pero para marcharse del cuartel «a la sueca» tuvo que esperar al primer permiso de paseo, que no llegó hasta diez días después. Pero salió. Y no se escondió. Lo siguiente en la hoja de ruta era protestar, junto a más insumisos-desertores ante la sede del Gobierno Militar, en Madrid. La detención no llegaría allí, con la prensa delante. Fue en València, cuando simulaba con otros compañeros disfrazados de obreros el derribo del cuartel de la Alameda.

Le enviaron a la prisión militar de Alcalá de Henares, si bien a los cuatro meses le concedieron la libertad provisional. Fue juzgado por un tribunal militar en noviembre de 1998 en la base militar de Menacho (Bajadoz), y lo condenaron a 2 años y cuatro meses.

Finalmente ingresó en prisión en enero de 2000 y logró la libertad condicional en julio de 2001, un año antes de que se aprobara la despenalización de la insumisión y el fin de la «mili».

La no violencia sigue presente en la vida de Carlos. En la actualidad coordina el grupo Antimilitaristes-MOC, que tras el fin de la «mili» reorientó su activismo hacia otros frentes, como el rechazo a la base de la OTAN en Bétera o acciones de solidaridad con Siria, envuelta en una guerra sin fin. «Promovemos todos los años la objeción al gasto militar en cada declaración de la renta y denunciamos la presencia militar en los centros educativos o en la feria Expojove de València, donde suelen montar un expositor».

Espera ver algún día un mundo sin guerras, pero cree que «eso sólo llegará si previamente desaparecen los ejércitos».

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