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animales y milagros

anteayer supimos que Víctor Soler se ha vuelto animalista, milagro que debería ser empleado como gancho promocional de la ciudad gane quien gane el día 26. Hay asuntos suprapartidistas que obligan al consenso. Estamos de suerte porque si bien contamos con historia para aburrir y monumentos, aunque no abundantes, muy chulos, era un clamor que debíamos ampliar nuestra oferta turística. Seamos sinceros: al repertorio de santos y escritores gloriosos, a nuestra sabrosa gastronomía, a nuestra envidiable playa, y a todo lo demás, les faltaba un producto realmente «rompedor», como dirían en Cs, y, gracias al líder PP, ya lo tenemos.

A partir de ahora los guías turísticos podrán incorporar a su itinerario habitual por la ciudad la visita a la sede popular como foco de ese fenómeno sobrenatural, que explicarán más o menos así: «Y aquí tenemos la oficina del partido en la que Víctor Soler sufrió su revelación, más espectacular que la de San Pablo al caerse del caballo. Aquí pueden ver una réplica de la disciplina de cáñamo con la que purgaba su pasado taurino y un «selfie» de cuando vio la luz. Pueden tocar las mesas porque tampoco son las originales, que han sido enviadas al Vaticano para su análisis».

No hace falta decirlo: tras el milagro de Soler, el teleférico de Pascal Renolt ha quedado reducido a una cosa de aficionados, un cachivache mundano, un diseño de quiero y no puedo que ya se ha oxidado en la imaginación del público, siempre sediento de novedades. Sin duda el PP todavía sigue llevando la delantera a su copia naranja, que, en cuestión de prodigios, ha demostrado limitaciones dramáticas. Echándole valor, Renolt aún podría ordenar a su equipo exprimir el castillo y darle alta prioridad electoral, pero sin el teleférico, el castillo, ¿en qué se queda? A estas alturas, la única salida para Cs es repartir más fotos de Albert Rivera, como si Rivera fuese el auténtico sustituto de Ciro Palmer, mientras Renolt convoca urgentemente una o dos tormentas de ideas para reconducir la situación.

En vista de que la humanidad va como va y empieza a preferir la compañía de sus mascotas a la de las personas, a muchos candidatos les ha entrado la fiebre animalista, pero resultan poco convincentes, porque ni han pasado por los procesos místicos de Soler ni parecen haberle hecho ascos a un buen bistec en su vida.

Nunca se sabe donde saltará la liebre: aquella anciana que restauró un Ecce Homo a base de brochazos multiplicó por mil o más el flujo turístico de su pueblo, y todo hace pensar que la epifanía de Soler, un brochazo franciscano sobre su pasado taurino y el del PP local, producirá movimientos de masas similares hacia Gandia, no solo profanos.

Torró quiso revitalizar la playa a base de matadores y toros reventados cuando la solución la tenía al lado. Más que en el toro, estaba en el delfín.

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