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«En una década podríamos ver lobos en el territorio valenciano»

La antropóloga Àgueda Vitòria, que lleva varios años investigando la desaparición del animal en la C. Valenciana, es optimista respecto al avance del mamífero por la península ibérica

«En una década podríamos ver lobos en el territorio valenciano»

En las regiones donde todavía habita desata pasiones y odios casi a partes iguales. Durante siglos ha pesado sobre él una leyenda negra, motivada por sus recurrentes ataques al ganado, y por el estilo de vida nómada y libertario que adopta una vez abandona la manada. El lobo ibérico ( Canus lupus signatus) nunca se ha marchado del imaginario colectivo valenciano, pero lo cierto es que se extinguió hace 200 años, en gran parte por la acción humana en dos ámbitos; la pertinaz persecución de cazadores y ganaderos, y la moderna construcción de infraestructuras de comunicación, como carreteras o vías de tren, que redujeron su hábitat.

En 1987 un ganadero de Morella, alertado por la muerte de sus reses, abatió a un lobo joven que se atrevió a adentrarse en els Ports, a 300 km de las manadas más próximas. Podría haber sido una oportunidad para la reintroducción natural de la especie, pero el animal, disecado, lo conserva el ganadero en su casa.

La antropóloga Àgueda Vitòria (l'Alqueria d'Asnar, 1987) ha recuperado la memoria del lobo en el territorio valenciano. Nieta de cazador, es una defensora de los animales y una apasionada de este mamífero. El viernes pasado ofreció una conferencia en la Casa de la Cultura de Villalonga, invitada por el Col·lectiu Baladre.

La decadencia del lobo en tierras valencianas fue inexorable. El siglo XVIII es el de máximo apogeo, pero a partir del XIX empieza a decaer. «En el siglo XX prácticamente no hay poblaciones establecidas aquí y los que se mataban procedían de otros lugares», afirma. Hoy se calcula que en la península ibérica, siendo optimistas, quedan 2.500 ejemplares. En España la especie está confinada en el noroeste, incapaz por ahora de colonizar sus territorios históricos meridionales. «Pero no descarto que podamos ver lobos en los próximos diez años», asegura. Eso sí, no cree que sea porque las administraciones públicas tomen la iniciativa, debido al conflicto con los ganaderos, sino porque se dan las condiciones naturales para que el lobo vaya reconquistando terreno, si avanza por corredores biológicos de Guadalajara o Cuenca. Curiosamente la «España vaciada» y la pérdida de la ganadería son factores que ahora jugarían a favor del lobo. Els Ports y el Rincón de Ademuz son las comarcas valencianas donde, a juicio de Vitòria, podrían reaparecer estos animales en un futuro.

El vaticinio de Vitòria no pasa, lógicamente, por la Safor, aunque en la comarca también hubo lobos, como explicó en su ponencia. Vitòria ha seguido su rastro en varios archivos municipales, ya que los ayuntamientos, al considerar al lobo una alimaña, recompensaban económicamente a quienes los cazaban.

Ella cita a autores locales que también han encontrado pistas sobre el lobo, como el biólogo Jesús Villaplana, o el historiador Santiago La Parra. Villaplana refleja en Introducció a la fauna vertebrada de la Safor (CEIC, 1988) cómo un hombre de Castellonet de la Conquesta le contó que su abuelo se encontró un lobo hacia 1870. Y en el archivo de Gandia, además de pagos por lobos, se describe el entierro de un hombre en el siglo XVI que murió por la mordedura de un lobo rabioso, uno de los pocos casos en los que el animal puede atacar a un ser humano.

Otra pista es la toponimia, y en este sentido Vitòria ha inventariado cerca de 300 parajes valencianos. Entre los más próximos, la Font del Llop (Terrateig), el Barranc del Llop (Barxeta) o la partida de La Llobera, en Benicolet. La divulgadora tampoco desdeña la tradición oral, si bien señala que, aunque son historias agradables de escuchar, «hay que cogerlas con pinzas porque ya no hay testimonios de personas vivas».

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