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Sangre de naranja

Comienza la saga

Comienza la saga

los tres años de estudios de Marilyn en la Escuela de Cine habían sido un éxito. Ahora finalizaba el rodaje de su película de fin de carrera basada en un cuento de Kafka. Era el último plano donde los actores acababan besándose. Marilyn pidió silencio y ordenó: ¡Acción!

La toma no se dio como buena y se repetía una y otra vez hasta que Marilyn decidió ocupar el puesto de la actriz para mostrarle cómo debería interpretarla. Y el beso fue tan espectacular que todos cuantos estaban en el plató comenzaron a aplaudir.

Al salir de la Escuela la noche era extraordinariamente luminosa, parecía rodada de día con un filtro azul para producir el efecto de «noche americana». Los alumnos se fueron dispersando en varias direcciones y, en un momento dado, el actor y Marilyn se encontraron andando cogidos de la mano. El actor era Ángel Martínez, pero todos le llamaban Monty por su enorme parecido a Montgomery Clift. Atravesaban el Parque del Retiro y se oía la música de Los Platters que actuaban en Florida Park. De pronto, Ángel se detuvo y le preguntó: -¿Quieres que repitamos la escena del beso?

Se sentaron en un banco y comenzaron a besarse mientras se les desbocaban las manos. Marilyn se acordaba de Alberto y, urgida por el deseo, se puso en pie y le dijo a Ángel que la siguiera.

-¿A dónde me llevas?

A la casa de mis abuelos, sonrió. Vamos a rodar una película de amor.

Dado que el padre Calcerrada ya no era su director espiritual ahora, dirigiría ella la película de su vida. Lo primero que hizo para justificar su ausencia fue llamar a su madre y decirle que iba a pasar unos días en casa de su amiga Isabel.

Abrió la puerta del ático, dio las luces y, mientras Ángel contemplaba atónito el magnífico decorado, puso Fascinación en el gramófono y le dijo: -Es la música de Arianne. Imagina que tú eres Gary Cooper y yo Audrey Hepburn y vamos a rodar la secuencia que sigue al beso. Le susurró al oído: -¡Acción! Y entre suspiros y gemidos, comenzaron a desnudarse el uno al otro e hicieron el amor en el sagrado lecho conyugal de los abuelos de Marilyn. Nadie gritó ¡Corten! Y, muy entrada la noche, se quedaron dormidos.

El rodaje de esta ópera prima se prolongó durante nueve días. Bajaban a una cafetería cercana para comer y volvían a encerrarse en el plató. Convertida la pasión amorosa en realidad cinematográfica, la vivían interpretando las más célebres historias de amor de la literatura universal que siempre terminaban en la cama, arrullados por el ruido de los muelles oxidados por el paso del tiempo.

El décimo día, Ángel se levantó temprano y le explicó: -Tengo una cita en Barcelona con Diagonal Films. Hice un casting el mes pasado y voy a firmar el contrato.

Se vistió a toda prisa, besó a Marilyn y se marchó diciendo que la llamaría al día siguiente. Pero no hubo ninguna llamada y ya nunca volvió a saber de él. ¿Habría sido un sueño?

Para celebrar el fin de carrera de Marilyn en la Escuela de Cine sus padres la llevaron a comer a Lhardy. A Victoria se le notaba especialmente contenta y no esperó a los postres para darle la noticia a su hija: -Tu padre y yo nos vamos mañana a Grecia para celebrar nuestras bodas de plata, ya que por desgracia coincidieron cuando murió tu hermano y nos vinimos a vivir a Madrid.

Al día siguiente, momentos antes de que salieran camino del aeropuerto, Fernando recibió una llamada del despacho de Valencia.

-¿Qué ocurre?, preguntó Victoria.

-He de estar hoy en Valencia para un asunto importante. Pero no vamos a perder nuestro viaje. Tú tomarás ahora el vuelo a Grecia y, esta misma tarde, yo volaré desde Valencia a Atenas.

Cuando llegaron al aeropuerto de Barajas, Fernando acompañó a Victoria hasta la puerta de embarque del vuelo a Atenas y dándole un beso le dijo: -En cuanto llegues reserva un buen restaurante para cenar esta noche.

Fernando se dirigió a la cafetería del primer piso, pidió un café y encendió un Romeo y Julieta contemplando el despegue del avión en que viajaba su mujer. Cuando el avión desapareció en el cielo, pidió una copa de coñac Napoleón y esperó tranquilamente la llamada para el vuelo con destino a Estocolmo.

Al día siguiente, 2 de agosto de 1971, todos los periódicos llevaban en portada la siguiente noticia: «Estalla en pleno vuelo el avión de Iberia que cubría la ruta Madrid-Atenas. No hay supervivientes».

La búsqueda de los cuerpos de los pasajeros resultó infructuosa, y una semana después de que se celebrara el funeral por Fernando y Victoria se presentó, en la casa del Paseo de Rosales, un sacerdote vestido con un elegante terno gris oscuro y le preguntó a Marilyn: -¿Tú eres la hija de doña Victoria Girau? -Sin darle tiempo a contestar, añadió esbozando una sonrisa: -Vengo a anunciarte que a tu madre ya la tenemos en el cielo.

Marilyn se quedó sin saber qué decir y el sacerdote añadió con voz engolada: -Doña Victoria me encargó que, a su muerte, se celebrara un novenario de misas gregorianas en todas las iglesias de Valencia y Castellón. Y se hiciera un donativo de medio millón de pesetas para las ánimas del purgatorio.

Marilyn, sin salir de su asombro, le preguntó: -¿Y usted viene a cobrarme medio millón de pesetas en nombre de las ánimas del purgatorio?

-No, no, dijo el sacerdote sacando un papel de la cartera. Yo vengo a cobrar este pagaré de 1.300.000 pesetas que firmó tu madre, 500.000 para las ánimas del purgatorio y las otras 800.000 para las misas.

Marilyn se levantó indignada y le gritó: -Usted es un estafador.

-Pero, ¿qué dices?, intervino la tata. Este señor es don Rafael Vasconcelos, el director espiritual de tu madre, que en gloria esté.

-Y lo está, aseguró el sacerdote. Les puedo garantizar que doña Victoria Girau está en el paraíso.

-¿Y mi padre?, preguntó Marilyn. Supongo que también está en el paraíso.

El reverendo Vasconcelos consultó entre los varios papeles que llevaba y contestó: -No creo. Porque de él no tengo ningún documento y estas cosas de la salvación eterna se llevan muy a rajatabla.

La visita de aquel sacerdote había llenado de dudas a Marilyn. Estuvo pensando toda la tarde y llegó a la conclusión de que sería imposible rodar la película sobre las naranjas; pero con la abundante información que poseía y, sobre todo para cumplir el deseo de su padre, decidió escribir una novela. Y aquella misma tarde le dijo a la tata: -¿Qué te parece si nos vamos a pasar una temporada a la Casona?

Ramona no pudo evitar una sonrisa de felicidad y contestó: Me parece muy bien. Volver a los orígenes es siempre maravilloso.

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