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UN AÑO DESPUÉS

C uando se cumple poco más de un año del primer confinamiento a consecuencia de la pandemia del coronavirus y con la publicación de los datos del Servef del mes de marzo, es un buen momento para realizar una análisis cuantitativo, cualitativo y comparativo de los efectos de la crisis sanitaria sobre el mercado laboral y su cara más dura: el paro.

Con el cese general de la actividad no esencial y las severas restricciones a la movilidad para evitar contagios, el empleo se ha visto resentido de forma muy notable. Uno de los sectores económicos más afectados por dichas medidas, sin duda, ha sido el turismo y los efectos colaterales en todos los subsectores conectados al mismo (restauración, aerolíneas, agencias de viajes, alojamiento hotelero y no hotelero, etc.) han sido determinantes para la caída de todas las economías desarrolladas y, de forma más intensa, de aquellas cuyo PIB el turismo tiene un peso determinante, como es el caso español (13%).

Según los datos publicados el martes de la semana pasada, el paro en España descendió en casi 60.000 personas, pero el balance de los doce primeros de pandemia se saldó con 400.000 desempleados más. Solo la decidida acción del gobierno central ha evitado una escabechina laboral como la registrada en la Gran Crisis iniciada en 2008 mediante la cobertura de un gran número de trabajadores en ERTE, de los cuales 740.000 personas todavía permanecen en dicha situación.

La evolución del paro en un año a nivel de España (imagen 1) ha sido de un incremento interanual del 11,3% y si vemos su distribución territorial se aprecia que éste principalmente se ceba con fuerza en aquellas comunidades donde el turismo es muy importante, como Baleares (+32,3%) y Canarias (+23,3%), pero con muchos matices en el resto de territorios. Curiosamente, Madrid, a pesar de que se siempre se pone como ejemplo de dinamismo económico, y donde el turismo no es tan determinante, presenta un pésimo balance, siendo el tercer peor dato de paro de todo el Estado (+21,4%) seguido de Cataluña (+21,3%), donde dicho sector sí lo es y, lógicamente, influye.

Por otro lado, en el caso de la Comunitat Valenciana, a pesar de la importancia y peso del turismo, el paro se sitúa en la media de todo el Estado (11,3%) desmarcándose de forma asombrosa de la tendencia generalizada en la que se sí se penaliza su dependencia. Desde la Generalitat Valenciana pueden estar esperanzados con estas cifras, dentro del drama general que significa la subida del paro.

Y, en clave local ¿qué ha sucedido en Gandia durante la pandemia en el mercado laboral? A la luz de las cifras mostradas en la tabla de datos (imagen 2), en el último año, desgraciadamente, el paro se ha incrementado en 689 personas lo que representa un 9,4% más siguiendo la tendencia general de caída de empleo como consecuencia de la merma de la actividad económica debido a las restricciones sanitarias derivadas de la pandemia. Con todo ello es casi dos puntos mejor (9,4% vs. 11,3%) que la media nacional y autonómica y, si lo comparamos con los municipios de más de 45.000 habitantes, nuestra referencia más directa, mejora en 3,3 puntos (9,4% vs. 12,7%). Por tanto, Gandia sale bastante bien en la foto del siempre doloroso drama del paro tanto a nivel nacional, como autonómico y en el conjunto de municipios de mayor tamaño valencianos.

Pero, por otro lado, los fríos números a veces nos gritan tanto que es muy difícil no escuchar su mensaje: los municipios en los que menos empleo se ha destruido son aquellos en los que su estructura económica está basada más en la industria y menos en el turismo (imagen 3). Y entre aquellos que son considerados turísticos, Gandia es el que mejor comportamiento ha tenido en cuanto al empleo al tener nuestra ciudad una economía más diversificada, lo que la permite afrontar de una manera más robusta los efectos de un «cisne negro» (en terminología de Nassim Taleb).

Si se apuesta todo a un sector económico y este sufre un duro impacto imprevisto, la economía de una ciudad se resiente de una manera mucho más intensa. El caso de Benidorm es el paradigma del monocultivo sectorial, seguido de Torrevieja, con una economía también muy dependiente del turismo y que, desgraciadamente, sufren el incremento del paro de una manera mucho más descarnada, tal como muestran los datos.

La decidida apuesta de Gandia durante los últimos seis años, modernizando sus polígonos industriales con mejoras en las infraestructuras viarias y de telecomunicaciones, así como la presencia de una potente industria agroalimentaria, ha mitigado el efecto del paro derivada de la pandemia y está aguantando dignamente el envite del covid-19. Asimismo, el dinamismo inherente de la iniciativa privada de nuestro tejido empresarial, ha permitido el resurgir de sectores mortecinos, antaño muy potentes como la construcción, adaptándose a una nueva realidad menos grandiosa pero más útil, como es la renovación urbana, generando, de nuevo, empleo. Si a ello le añadimos el inicio de grandes obras públicas, como el hospital de Roís de Corella, las obras educativas del Pla Edificant, el depósito de pluviales y la zona de equipamientos de la playa y otras que están al caer, como el Palau de Justícia, se puede inferir que es un buen complemento en el sostenimiento del empleo. Y por último, si tanto la administración autonómica como la local se han aplicado en dotar de recursos públicos que alivien económicamente a muchos sectores que han sufrido la merma de actividad, si la gestión de las ayudas se ha tramitado de forma diligente y las saneadas finanzas municipales han servido de acelerador del cobro de las mismas, también algo habrá tenido que ver en todo ello.

Por último y, en clave política, es muy penoso ver cómo todos los meses en los que, lamentablemente, sube el paro en medio de la crisis sanitaria, el PP jalea los malos datos mientras permanece mudo cuando las cifras, afortunadamente, mejoran. Los autoproclamados pro-activos han mutado (de nuevo) a reactivos y su máxima utilidad es retratarse en su inutilidad como oposición. Practicar la política de casquería, intentando sacar rédito partidista apelando a las vísceras ante una situación dramática, es muy mezquino. El partido que hizo de su lema electoral «ahora empleo» y que en su etapa de gobierno dejó a Gandia como el municipio con el peor comportamiento en paro de todos los mayores de 45.000 habitantes, no debería adoptar es actitud tan vanamente locuaz.

En el 90 aniversario de la proclamación de segunda República, me apetece parafrasear a Manuel Azaña: si cada político hablara únicamente de lo que sabe, habría un gran silencio que podríamos aprovechar para la reflexión.

Concejal de Economía y Hacienda de Gandia

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