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La Gandia que quiso la República

El ayuntamiento señaliza con placas obras públicas realizadas durante el periodo republicano y otros espacios asociados a la memoria democrática como la antigua prisión en l’Escola Pia o los principales refugios antiaéreos

La Gandia que quiso la República

Fue un periodo corto y convulso, pero que también ayudó a modernizar una ciudad que desde principios del siglo XX ya crecía de manera imparable, tras mejorar sus comunicaciones exteriores con el puerto y el ferrocarril. Durante la Segunda República (1931-1936), tanto el Gobierno central como el ayuntamiento se preocuparon porque Gandia tuviera servicios públicos básicos, como educación y sanidad, además de infraestructuras adecuadas, sin olvidar el asfaltado o la salubridad de las calles.

Noventa años después, la Concejalía de Memoria Democrática, que dirige Nahuel González, ha querido recordar, señalizar y reivindicar las principales obras públicas e hitos que promovieron esos ideales republicanos en aras de una ciudad más justa e igualitaria. Recientemente, el ayuntamiento ha instalado siete placas, a modo de monolitos junto a esos espacios, con una breve reseña, así como en lugares vinculados a la memoria democrática.

Para el trabajo de documentación se ha contado con la colaboración del Departamento de Servicios Básicos, historiadores, técnicos y colectivos como la Associació Republicana de la Safor. La iniciativa ha contado además con una subvención de la Conselleria de Calidad Democrática.

Las placas hacen referencia a algunas de las reformas urbanísticas puestas en marcha en los años treinta. Por ejemplo edificios para mejorar la sanidad y la enseñanza (el colegio Joaquín Costa, actual Sant Francesc de Borja, el IES Ausiàs March y el Centro de Higiene), así como espacios con diferentes usos consecuencia de la Guerra Civil (1936-1939), como la Escola Pia, la Casa de «Xeriu», en Benipeixcar, o el puerto.

En el edificio consistorial se ha colocado una placa como símbolo de las «reformas urbanísticas» durante la República,como las promovidas por el alcalde Vicente Palmer. Gandia tenía entonces 15.000 habitantes, pero numerosas carencias, sobre todo por los pozos ciegos de las casas donde iban a parar aguas fecales, que suponían un foco de infecciones.

Por ello se mejoró el alcantarillado en varias calles. «No se ve, pero fue una de las actuaciones más importantes», comentó en la rueda de prensa el concejal Miguel Ángel Picornell. Todavía se conservan algunas tapas de esa época, en Pellers o en Legionari Bernabeu. Incluso se proyectó urbanizar la playa Nord «para el descanso de las personas que viven sacrificadas por el trabajo», en palabras del entonces arquitecto municipal Joaquín Aracil.

Con el colegio Joaquín Costa, además de mejorar una ratio de analfabetismo que rozaba el 50%, también se pretendía introducir criterios de renovación pedagógica. El edificio, con una gran escalinata, luminoso y ventilado, se inició en octubre de 1931 y se inauguró el 14 de abril de 1934.

El actual IES Ausiàs March se gestó en tiempos de alcalde Miguel Oltra, a quien llegó en 1932 la orden ministerial de crear un centro público, mixto y laico. Abrió sus aulas en el curso 1937-38, cuando era alcalde el socialista Francisco Julio Roig. Durante la guerra dejó de funcionar y en 1950 se recuperó su actividad docente.

El Centro de Higiene Rural se construyó en el solar donde estaba el Teatro Principal. Su finalidad era universalizar los servicios sanitarios básicos, controlar enfermedades como las ETS y mejorar las campañas de vacunación.

Sigue la ruta con la Escola Pia porque, tras el golpe de estado de 1936, el edificio renacentista se transformó en prisión del Partido Judicial de Gandia y en un cuartel general de milicianos proletarios. Tras la guerra, el franquismo también instaló allí su prisión y se dictaron hasta 75 condenas a muerte. En agosto de 1942 la prisión se clausuró y en septiembre de ese mismo año los padres escolapios retomaron la actividad docente.

Por otra parte, también se quiere recordar las casas que acogieron a refugiados que huían de los bombardeos, especialmente madrileños, como la Casa de Xeriu, en Benipeixcar, que actualmente no existe. Se calcula que en 1938 la población de Gandia se duplicó con la llegada de estos refugiados, y con los que se volcaron las instituciones, asociaciones de socorro y muchas familias.

En la cara más triste de esta ruta no puede faltar el puerto de Gandia, desde donde salió el último barco de refugiados, el 30 de marzo de 1939, dos días después de que zarpara el más famoso Stanbrook desde Alicante. A esto se añaden los refugios antiaéreos, algunos restaurados y visitables, como el de Peixateria o el el del Prado, para proteger a la población de los bombardeos.

El actual Gobierno de Gandia y la asociación republicana trabajan para crear una ruta por estos espacios. Sigue activa la página en internet «memoriagandia.org», donde la ruta se puede consultar «on line», además de 880 expedientes de «responsabilidades políticas» contra personas del Partido Judicial al amparo de la ley de 1939 y que buscaba reprimir con castigos ejemplarizantes al bando republicano vencido.

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