El año más seco en la Safor desde 2016 obliga a ahorrar agua y encarece los cultivos

En la mayor parte de la Safor las precipitaciones ni siquiera han permitido acumular la mitad de la media anual

En otoño han «fallado» los temporales y se ha convertido en la estación más seca

Beniarrés guarda ahora 7,5 hectómetros cúbicos, lo que obliga a fijar un plan para aprovechar cada litro de agua

La presa del pantano de Beniarrés, en una imagen del pasado mes de mayo.

La presa del pantano de Beniarrés, en una imagen del pasado mes de mayo. / Levante-EMV

Sergi Sapena

El año 2023 que acaba de concluir ha sido el más seco en la comarca de la Safor desde aquel periodo de 2015 y 2016 que obligó a cortar el suministro para el riego desde el pantano de Beniarrés, que se quedó técnicamente vacío, con apenas un 5% de reservas.

Los registros pluviométricos en esta comarca han sido especialmente bajos durante el último cuatrimestre del año, que va de septiembre a diciembre y que es, justamente, el que suele registrar la mayor cantidad de lluvia gracias a los acumulados que dejan los temporales de otoño que, en esta ocasión no se han producido.

El déficit de lluvia ha sido general en toda la comarca. Los dos parajes que tradicionalmente más precipitación acumulan, la Drova de Barx y la Llacuna de Villalonga, ni siquiera han llegado a los 600 litros por metro cuadrado, que supone la mitad de la media en ambos lugares, e incluso no es extraño que allí se rocen algunos años los dos mil litros. Pero esa situación se extiende allá por donde se mire. En el término de Tavernes de la Valldigna a duras penas se han acercado a los 400 litros, en el centro de Gandia, menos de 350, en Miramar se han quedado muy lejos de los 400 y en Oliva se ha pasado de los 500. Lo «normal» de lluvia en los localidades mencionadas está, como poco, en el doble de esas cantidades. El máximo de lluvia acumulada durante 2023 en la Safor son los 646 litros medidos en el casco urbano de Villalonga.

En todas esas zonas llovió copiosamente en los meses de mayo, agosto y, en menor cuantía algunos días de septiembre, lo que ha contribuido a mantener humedad en el suelo y a alimentar acuíferos. Esas precipitaciones, señalan los expertos, también han servido para que la producción agrícola se mantenga dentro de la normalidad, especialmente en los cultivos de secano. En el regadío, en cambio, los agricultores han sufrido las prolongadas jornadas de viento de poniente, que un día tras otro secaba la tierra y las plantas y ha obligado, durante todo el otoño, a recurrir a una mayor frecuencia de riegos de lo que es normal en otoño. Por ello, han tenido que soportar más gastos para mantener la producción de naranjas y otros productos cuyos árboles o plantas requieren que la tierra esté húmeda.

Recurrir al pantano

Afortunadamente para la agricultura, muchos regantes de la Safor han podido echar mano de su «hucha», el agua que retiene el pantano de Beniarrés, cuyas reservas se han mantenido hasta ahora gracias a un régimen de lluvias que, en las comarcas del Comtat y de l’Alcoià, que alimentan el río Serpis, han sido algo más normales en este año que acaba de concluir. En Agres el acumulado alcanzó los 500 litros por metro cuadrado, en Alcoi, con algo menos de lluvias, entre 350 y 400, mientras que en el propio embalse de Beniarrés el acumulado se sitúa en 570 litros. Aguas abajo de la presa, pero aportando caudal al Serpis, en l’Orxa la precipitación fue de 661 litros.

Con todo, hasta el momento no ha habido problemas de suministro a la agricultura, pero eso puede cambiar en muy poco tiempo si en el recién estrenado 2024 no cambia la situación meteorológica y comienza a llover con normalidad. Baste decir que en este momento el pantano de Beniarrés retiene solo 7,5 hectómetros cúbicos de agua, un 27% del máximo cuando en enero esa cifra suele ser mucho más elevada. La esperanza es que en invierno y primavera llueva y suban las reservas para el verano, un periodo en el que se necesita mucha agua para los naranjales de la Safor, pero desde ahora mismo se establece un programa de ahorro para garantizar el suministro en el caso de que la sequía se prolongue durante muchos meses, como ocurrió entre 2015 y 2016.