Color local

El gobierno se cohesiona

Reunión del Gobierno local de Gandia, esta semana

Reunión del Gobierno local de Gandia, esta semana / Natxo Francés

OPINIÓN | J. Monrabal

Se entiende que un gobierno tan tradicionalista como el de Gandia, siempre encantado con cuantas ceremonias celebra con o sin motivo, pero siempre con pompa y circunstancia, no pudiera resistirse a inventarse una «jornada de trabajo» del PSOE y Compromís en el CdT de l’Alqueria del Duc, una «cumbre» vendida como muy productiva para la ciudad. Pero ese afán por aparecer sin descanso, renovar el decorado y buscar nuevos escenarios en ambientes distintos a los habituales, como en este caso, solo se entiende desde la obsesión del gobierno por montar una representación permanente ante la galería sin que importen las razones. Mientras esas ocurrencias sostenidas en la nada puedan producir fotos y videos que, una vez enviados a los medios de comunicación y subidos a las redes sociales, representen una ilusión de realidad que ni siquiera hace falta que sea verosímil quedan justificadas y se dan por bien empleadas.

De ahí que el alcalde presentara la «jornada de trabajo» como una reunión necesaria, destinada a «cohesionarnos como gobierno y ser más eficaces, al tiempo que planificamos y marcamos las prioridades una vez hemos aprobado los presupuestos», aunque lo único original de esa gaseosa declaración era que estaba siendo formulada lejos de las dependencias municipales, a cuatro kilómetros de Gandia, donde, por lo visto, las cabezas rinden más. Ninguna de las cuestiones que iban a tratarse en la «cumbre» era nueva, pero, ¿y qué?

Por alguna razón que quizás haga necesaria la contratación de un chamán para limpiar el Ayuntamiento de Gandia de energías negativas, el suelo consistorial impide a día de hoy que la «cohesión» interna del gobierno y la distribución de sus «prioridades» se plasmen en él con tanta eficacia como en l’Alqueria del Duc. Espacio este al que habrá que suponer afectado por una corriente telúrica de signo contrario, como la que se presumía que emergía misteriosamente de la «Casa dels Escriptors», ubicada precisamente en l’Alqueria, lanzada hace cinco años por todo lo alto como punto de unión mística con «els nostres clàssics» al calor de los fastos de la Capitalidad Cultural y hoy convertida en otro «no lugar» de los varios que sostienen la noción de «nuestra cultura» y la encendida prosa de los discursos oficiales.

Al amparo de una prudente amnesia, nadie de entre el nutrido contingente de concejales, directores generales, asesores y cargos de confianza desplazado a l’Alqueria del Duc se mostró interesado por el estado actual, la utilidad o las perspectivas de la espectral «Casa dels Escriptors», persuadidos, sin duda, de que «las prioridades» del ejecutivo local exigían una dinámica mental que no podía perderse en nimiedades del pasado, con lo mucho que quedaba aún por avanzar, por fotografiar, por inaugurar, por cohesionar.

La «jornada de trabajo» del gobierno era un acontecimiento fantasma, como la propia «Casa dels Escriptors» era un lugar fantasma, pero no carecía de interés como síntoma de la inquietante inclinación del ejecutivo local hacia lo que bien podría calificarse como «la inauguración de la inauguración», práctica indiscriminada y virtualmente ilimitada que no precisa de explicaciones ni de otro anclaje en la realidad objetiva más que el que registran las fotos de rigor y las apostillas retóricas preceptivas, creadas por el gobierno a mayor gloria del gobierno, entendiendo por «el gobierno» al partido del alcalde, que es el que toma las decisiones.

Por consiguiente, de los resultados de la jornada de trabajo y del grado de cohesión logrado en ella nada se sabe, pero quedan para la historia las incontables fotos de los asistentes, atrincherados con gesto reflexivo tras una gran mesa en forma de U que parecía llegada del Consejo de Seguridad de la OTAN, y las del alcalde, mochila al hombro, junto a Alicia Izquierdo, caminando sonrientes con aire casual por los jardines de l’Alqueria mientras se inauguraban a sí mismos antes de proceder a la inauguración de la jornada de trabajo.

Que la oposición sea una broma y nada inquiete a Prieto y a su partido a babor ni a estribor no hace más presentables las ocurrencias, ni menos lamentable una pomposidad ceremonial tan grotesca como temible, pues la manía por hinchar el perro también acaba contagiando de irrealidad al resto de actos y propuestas con sentido. En cuanto a la dichosa cohesión del gobierno y sus prioridades, ¿a santo de qué las invocaba el alcalde como objetivos apremiantes cuando los nacionalistas ejercen de hecho como disciplinados subalternos del PSOE sin que nada altere su viaje a ninguna parte? Más serio, y más realista, habría sido que, en vez de a una «cumbre» de opereta se hubiesen ido de paella...