En su libro aplica la psicología deportiva a la vida. ¿El deporte es la mejor escuela de valores?

Una de las mejores. Nada enseña más a trabajar en equipo, a organizarse, a aceptar las debilidades, a valorar el esfuerzo y la perseverancia que el deporte. Los niños que pertenecen a algún equipo cobran mucha ventaja sobre el resto. Forman pro­nto una sólida escala de valores. En todo caso, debería haber una asignatura en los colegios sobre inteligencia emocional, que nos enseñara las habilidades sociales desde pequeños. Hay muchas cosas de cultura general que no sirven luego para nada. Sin empatía, sin embargo, es más difícil disfrutar de la vida.

¿De verdad que somos tan moldeables?

La genética nos condiciona y todos tenemos predisposición para algunas cosas, como a ser depresivo o alegre, ansioso o tranquilo... Pero todos podemos utilizar recursos para mantener nuestros puntos débiles a raya. Ese es el secreto del equilibrio.

Cuando Cristiano Ronaldo comunicó públicamente su tristeza, ¿pensó en pedir su número de teléfono?

Si me quiere llamar, que me llame... (ríe), pero no creo que fuéramos a congeniar. Todo el mundo, sea cual sea su estatus socioeconómico, tiene derecho a estar triste, pero Cristiano no tiene derecho a decirlo. Debe ser más prudente porque para mucha gente para la que supone un modelo de conducta, se pregunta qué es lo que le falta. Y hay muchísima gente pasándolo tremendamente mal.

¿Se compran más libros de autoayuda porque hay menos dinero para ir al psicólogo?

Por eso y porque hay una desconfianza general hacia todo. La gente necesita herramientas para confiar en los valores. Mi libro es muy práctico. Todo el mundo tiene derecho a cambiar y tomar las riendas de su vida, pase lo que pase a nuestro alrededor.

¿Qué es la terapia del «jódete»?

Afrontar los problemas, igual que un futbolista encara al portero en un penalti. Es exponerte de forma obligada a aquello que te genera malestar, pero tienes que hacerlo. Lo mejor es «jódete» y hazlo, porque como uno esté esperando a que llegue el momento adecuado para hacer algo, posiblemente nunca llegue.

¿La gente sensible tiene menos posibilidades de triunfar?

Sufre más, pero también tiene capacidad para vivir más intensamente otras emociones. Se compensa. Tengo más personas sensibles y buenas personas en la consulta que de los otros, porque estos no sienten ni padecen. El ambicioso frío tira para adelante como una máquina, no necesita ir al psicólogo. Al sensible le inquieta todo más y, en general, tiene unas relaciones personales más sinceras.

Su libro está dedicado a Miki Roqué (futbolista del Betis fallecido de cáncer). ¿Como trató el tema en el vestuario?

Viví muy de cerca su muerte y nos dio una lección de vida. Al resto le dije que si esta persona es capaz de responsabilizarse de su enfermedad, teníamos que estar a su altura.