A estas alturas, clausurada la XVI edición de la Semana de la Moda Valenciana, pueden vislumbrarse algunas tendencias. Resulta complicado, porque los desfiles han sido una auténtica montaña rusa de altibajos, más bien bajos. Pero sí se aprecia conservadurismo, falta de riesgo, apuesta por lo seguro, lo comercial, abundancia de negro y pieles o cómo el patronaje y la mezcla de texturas vienen a suplir la ausencia de adornos o estampados. Seguramente es el signo de los tiempos. El temor a abandonar la zona de confort. Si es así, no se auguran buenos (y la moda es visionaria por fuerza, porque debe anticiparse en el tiempo un año entero temporada tras temporada).

La maldita crisis „y algunas otras cosas„ han dejado por el camino a una mayoría de diseñadores valencianos. Unos porque pusieron rumbo a otros destinos, y les va muy bien, por cierto. Otros porque no remontaron. Para llenar el calendario (y era más corto de lo habitual) hubo que abrir mucho la mano, y las puertas. Pero la moda valenciana tiene sus propios brotes verdes, los dos nombres a rescatar de esta edición, Siemprevivas (Adrián Salvador y Lucas Zaragosí) „que ensayaron una fórmula de matrimonio de conveniencia con el peletero Gabriel Seguí„ y Miguel Vizcaíno.

La burbuja de Valencia Fashion Week se pinchó, como todas. De modo que una vez más, y siguiendo la estela que marcaron las pasarelas internacionales capitaneadas por Nueva York, la pasarela se reinventó. Y dijo basta de desfiles mutitudinarios, de grandes espectáculos y montajes casi cinematográficos. Dejó el Ágora, la arquitectura grandilocuente de Calatrava, símbolo de aquella otra época, y se mudó a museos y edificios emblemáticos de la ciudad. Entre ellos, algunos impensables (en moda nada es impensable) para un desfile, como el trinquete Pelayo o el Mercat Central.

Anoche viajó hasta el IVAM. En concreto a la sala de la muralla donde el museo „que celebra su veinticinco cumpleaños„ acababa de inaugurar una muestra dedicada a la mujer.

Un grupo de cuerda „Suite Art„ versionaba temas de los Beatles y la luz era tenue. Los invitados, en pie, charlaban por grupos. En el «falso cóctel» todos esperaban la llegada de la anfitriona, la primera dama. Jackie (¿quién si no?) apareció al fin bajo una peluca vestida en napa con un cuello de piel. La anfitriona era, en realidad, Virtudes Langa, que se ha fijado en las fotos de aquellas revistas de finales de los 50 y primeros de los 60. Jacqueline con falda lápiz y guantes. La primera dama con capa. La señora Kennedy con lazos, con perlas, en estampado floral. Vestidos largos de fiesta. Faldas de talle bajo. Y siempre pelucas cardadas.

En cuanto a las tardes en el museo, la de ayer comenzó pronto, a la hora del café, con el corsé como prenda fetiche y la piel (modelada de vaqueta y badana) como material dominante. La colección de Bibian Blue (Barcelona) imprime paisajes nórdicos sobre cielos nocturnos para crear una ilusión neoromántica. Árboles de ramas dramáticas estampan gasas vaporosas, en técnica batik, plumas, corsés-tronco, «cumbres borrascosas». Napa negra y nude trabajada con formas orgánicas, volúmenes arquitectónicos entre brumas. Colores que oscilan del gris niebla a la aurora boreal: magenta, azul prusia, granate, verde. Siluetas reloj de arena, cinturas de avispa, bondage, espaldas enlazadas. Detalles de pasamanería y abullonados. Teatralidad escénica, operística, palaciega.

Eugenio Loarce (Madrid) toma el cisne como elemento. Aplicado en sudaderas o como cierre de los cinturones y en los adornos de plumas. Vestidos de aire clásico „entendido clásico como túnicas griegas de escote en V o cenefas en el bajo„ frente a otros cabareteros, cuajados de lentejuelas. Gusto por la estética algo retro, recargada, a base de brillos metálicos sobre crudos y aires ochenteros. Lunares blanco y negro. Un fondo de armario que haría suyo, quizá, una actriz de culebrón.

Anillarte es el alter ego de Maku Martínez (Madrid) y la cota de malla, su materia prima, su filosofía, su identidad. La colección Black Rebel es así, negra y rebelde. Maku ha endurecido su discurso. Gorras y cazadoras moteras, tachuelas, cinturones cuero-metal con cadenas. La imagen de Peter Marino, el inclasificable arquitecto, el hombre que levanta los templos de la moda. Máscaras. El look del diseñador de origen libanés Asaad Awad rebajado. Cinturones corsé y ligueros aportan el toque sado. Sujetadores, tops y vestidos en malla dúctil, la vertiente sexy. Anillas más anillas más anillas a lo Paco Rabanne. Piezas metálicas a modo de escamas negras, a veces con destellos rojos, en las hombreras. Superhéroes de barrio, polígonos, callejones, bares de carretera. Bandas urbanas. Estética Sin City. Colaboración de Visori Fashioart en lo que a chicos (duros) se refiere.