"Al menos nos quedan diez horas por delante". Es lo que pensaron Vicent Marí y Ashi Keo cuando, a las cinco y cuarto de la madrugada del lunes, ella rompió aguas. Pero no. Lian venía con prisas. Tantas, que la familia no pudo llegar al Hospital Can Misses. No pudieron, de hecho, ni llegar al portal. El pequeño llegó al mundo en el trayecto entre el cuarto piso y la planta cero del edificio de Vila en el que viven.

A las cuatro de la madrugada, Ashi comenzó a notar contracciones, pero no les dieron mucha importancia. Aún le faltaban nueve días para salir de cuentas y, además, pensaban que se trataba de contracciones de Braxton Hicks, típicas del tercer trimestre. "Ya las conocíamos", comenta Vicent recordando el parto del primer hijo de la pareja, Daren, que tiene un año y dos meses y cuyo alumbramiento duró prácticamente 24 horas. A las cinco de la mañana, sin embargo, vieron que las contracciones eran regulares y cada vez más intensas, así que se vistieron, cogieron la mochila que tenían ya preparada con las cosas del bebé y llamaron al ascensor, momento en el que Ashi rompió aguas.

Incluso en ese instante, pensaron que les sobraba tiempo para llegar al hospital. Sin embargo, en cuanto se montaron en el ascensor, Ashi comenzó a notar que el pequeño ya llegaba. "Me lo dijo, pero no me lo creía. Cuando miré vi que ya tenía toda la cabeza fuera", relata el padre, aún impactado. A partir de ese momento todo fue aún más rápido. Ashi se tumbó en el ascensor y el pequeño "salió disparado". Vicent tiene grabada la imagen: "Mi mujer y mi hijo en el suelo del ascensor, parado en la planta cero, y con la puerta abriéndose y cerrándose". Pusieron la mochila para evitar que la puerta se cerrara, taparon al recién nacido con una manta y apretaron un par de veces la alarma del ascensor para ver si acudía algún vecino.

Liam, el bebé nacido en un ascensor de Ibiza.

Acudieron varios. Uno llamó al 112, otro puso un precinto en la célula fotoeléctrica del ascensor, la mujer de uno de ellos, enfermera de formación, les tranquilizó... Cuando llegó la ambulancia y la policía Ashi seguía tumbada en el suelo —"con medio cuerpo fuera del ascensor"— y sostenía al pequeño entre sus brazos. Madre e hijo aún estaban conectados por el cordón umbilical. Los sanitarios los envolvieron en mantas y comprobaron que ambos estaban bien y que la placenta aún no se había expulsado antes de trasladarlos al Hospital Can Misses.

"Aún no nos ha dado tiempo a digerir lo que ha pasado. Esto no lo habíamos visto ni en las películas", comentan, ya desde la habitación de Maternidad, en la que la familia descansa después de la experiencia. "Ellos están mejor que yo", dice Vicent, medio en broma medio en serio, mirando a Ashi y a Lian, que ha pesado 3.018 kilos. "Cuando pasa algo así hay gente que dice que lo ve como si fuera otra persona o que actúa por instinto. Yo, primero me quedé en shock y luego traté de pensar e ir paso a paso", explica antes de confesar, entre risas, que cuando se fueron en la ambulancia, llamó a su padre para decirle que Lian ya había nacido pero, también, que fuera a limpiar el ascensor. Él y Ashi reconocen que, a pesar de lo que estaban viviendo, escuchar el llanto del recién nacido les dio la vida. Aunque fuera en un ascensor.