Salud mental

Lo que nos hace más felices... o no

Disfrutar la naturaleza, socializar, hacer ejercicio, meditar... las estrategias para aumentar la felicidad que más reflejan los medios carecen de base científica sólida, sostiene un estudio

Una mujer medita en la naturaleza.

Una mujer medita en la naturaleza.

Rafa López

¿Nos hace más felices socializar, estar en la naturaleza, expresar gratitud, hacer ejercicio y meditar? Es probable que la inmensa mayoría de las personas respondan afirmativamente a esta pregunta. Sin embargo, una revisión científica –un 'estudio de estudios'– sostiene que estas prácticas, las cinco estrategias para incrementar la felicidad que más aparecen en los medios de comunicación, carecen de base científica sólida.

La investigación, que analizó 57 estudios y acaba de publicarse en la revista científica sobre comportamiento humano 'Nature Human Behaviour', señala que faltan investigaciones científicas sólidas que respalden las estrategias más comúnmente recomendadas por los medios de comunicación para aumentar la felicidad. E identifica estas cinco: expresar gratitud, mejorar la sociabilidad, hacer ejercicio, practicar la meditación o mindfulness e incrementar la exposición a la naturaleza.

El análisis de la literatura científica sobre esta materia, realizado por Dunigan Folk y Elizabeth Dunn, del departamento de Psicología de la Universidad de la Columbia Británica (Vancouver, Canadá), concluye que la eficacia de estas prácticas para aumentar la felicidad es incierta, porque la mayoría de las investigaciones carecían de potencia estadística suficiente para detectar beneficios notables o no se habían registrado previamente –una práctica habitual en la actualidad en el área de la psicología–.

Se trata de una conclusión provocadora, que desafía el sentido común, y ya ha suscitado varias reacciones científicas, recogidas por el Science Media Center (SMC) de Reino Unido. Bruce Hood, profesor de Psicología de la Universidad de Bristol, considera esta revisión “muy necesaria”, y subraya que “a pesar del gran número de estudios revisados, casi todos estaban mal realizados, lo que los hace susceptibles a sesgos de publicación”. Para este profesor, esto “no significa que no existan pruebas que respalden estas intervenciones, pero hasta que no dispongamos de un núcleo sustancial de investigaciones bien diseñadas, debemos tratar estas recomendaciones como tentativas y no como firmemente establecidas”, defiende.

Peter Malinowski, profesor de Psicología de la Salud en la Universidad John Moores de Liverpool, matiza, por su parte, que el artículo “no trata tanto de ‘estrategias para la felicidad’ sino, más bien, de una reflexión sobre cómo han cambiado las prácticas de investigación. Cada vez es más habitual hacer un registro previo de estudios empíricos, y cada vez se presta más atención a los análisis de potencia [de los estudios]”, recuerda. Sin embargo, precisa que “no podemos concluir que todos los demás trabajos empíricos sean inútiles”.

Más reticente aún se muestra Geoffrey Bird, profesor de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Oxford: “No me preocupa mucho este artículo”, avanza. “El registro previo no convierte mágicamente un mal estudio en bueno, ni la ausencia en malo un buen estudio. Las muestras pequeñas pueden ser problemáticas, por supuesto, pero disponemos de procedimientos para combinar estudios pequeños y estimar la eficacia de una intervención. Creo que estos resultados no son motivo de preocupación”, razona.

Parece difícil medir de forma empírica el aumento de la felicidad. En cualquier caso, los científicos se esfuerzan cada vez más en aumentar la calidad de sus investigaciones. La ciencia se cuestiona a sí misma y a sus procedimientos de forma constante.

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