La madre de Marcello Cenci, el joven de Ferrara (norte de Italia) estrangulado en la madrugada del domingo y abandonado en su portal, en la calle Juan Bautista Llovera del Garo de València, denunció ayer, en una entrevista concedida al periódico boloñés Il Resto del Carlino, que su hijo fuera asesinado por el joven que llevaba acosándolo desde hacía más de un año, a pesar de la orden de protección dictada por un juez y las cuatro denuncias presentadas contra el agresor. «Nadie ha sido capaz de proteger a mi hijo. En esta historia hemos perdido todos y por culpa de un loco, ahora Marcello ya no existe», lamentó la mujer, rota de dolor y entre lágrimas.

Según el relato de la madre, Eder Guidarelli Mattioli, el detenido por el asesinato de Marcello, ya había viajado a València en noviembre pasado para agredirle. «El 1 de noviembre pasado, por la tarde ocurrió. En cuanto nos avisaron, fuimos a España: mi hijo tenía heridas gravísimas en un ojo. Nos lo llevamos a Italia para que lo atendieran los médicos y debía regresar a València el 27 de diciembre!. Pero no pudo ser. Eder lo abordó delante de su casa y lo apaleó hasta provocarle una brecha y un edema cerebral que lo mantuvieron «cuatro días postrado en el hospital, con 55 puntos de sutura en la cabeza», explica la mujer en la entrevista, quien reconoció al agresor desde su balcón, al que se asomó tras escuchar los gritos desesperados de su hijo: «¡Mamá, mamá, ayúdame!».

Fue tras esa agresión, ocurrida en Ferrara, cuando el juez accedió a imponer una orden de alejamiento que debía impedir a Eder que se acercara a su hijo.

La obsesión del presunto asesino, que acusaba a Marcello de haber tenido algún tipo de contacto íntimo con su novia, le llevó a presentarse en casa de los padres del joven para intentar que le revelaran el nuevo domicilio de Marcello en València con la excusa de que quería ir a visitarlo precisamente con la chica. «No se lo dimos», asegura la madre, convencida de que iría en su busca para volver a agredirle.

El asesinato

Nadie sabe aún cómo, pero finalmente se hizo con la dirección y el sábado pasado cogió el coche de su hermana y recorrió en un viaje de 13 horas los 1.500 kilómetros que separan Pontelagoscuro -la pedanía de Ferrara a 7 kilómetros de la ciudad en la que viven las familias de víctima y agresor- y buscó la casa de Marcello, en el 16 de la calle Juan Bautista Llovera.

Esperó pacientemente a que Marcello, que después de salir de trabajar en el bingo donde estaba empleado fue a dar una vuelta con un amigo, regresara a casa. Según contaría Eder a los carabinieri que lo detuvieron 24 horas más tarde en Veintimiglia (Liguria), entre las tres y las cuatro de la madrugada «había estado hablando con Marcello», asegura su madre.

La Policía cree más bien que lo esperó, lo abordó y lo mató estrangulándolo con un lazo. Luego, abrió el portal con las llaves de la víctima y arrastró el cuerpo hasta dejarlo junto a las escaleras. Eder cogió el coche de su hermana e inició el viaje de vuelta. Tras una breve parada en Mónaco, cruzó la frontera francesa y entró en Italia, pero no pasó de ahí: los carabinieri, alertados por el grupo de Homicidios en las primeras horas de la mañana del domingo, estaban esperándolo

Por el camino, Eder incluso había llegado a contactar con su abogado, quien le llevaba la defensa por la paliza a Marcello del 26 de diciembre que se debía juzgar el próximo mes de octubre, y le había confesado el homicidio.

Eder, nacido en Brasil y adoptado cuando tenía apenas dos años por una familia humilde de Ferrara, permanece en la cárcel de Imperia (Liguria), a la espera de conocer la decisión que tome hoy el tribunal de Génova responsable decidir si autoriza la extradición inmediata a España del acusado, como ha solicitado el juez de València.