"¿Te gustó cómo te la chupé?". Este fue uno de los mensajes enviado desde el teléfono de una monitora de un centro ocupacional de l’Horta a uno de los jóvenes discapacitados a su cargo. La acusada de un delito de abusos sexuales, que se enfrenta a una pena de ocho años de cárcel, negó ayer en el juicio celebrado en el Sección Tercera de la Audiencia Provincial de València cualquier tipo de contacto sexual con ninguno de los «usuarios». Asimismo, para tratar de justificar este mensaje aparentemente incriminatorio y los cerca de un centenar que se intercambiaron vía Whatsapp esa noche, muchos de ellos de contenido sexual, la procesada alegó: "Cometí el error de entrar en su juego".

Sin embargo, durante el interrogatorio el fiscal fue leyendo algunos de los mensajes de esta conversación telefónica entre monitora y alumno en los que se aprecia que era ella quien marcaba las pautas del supuesto "juego", tal como ella lo denominó, con un joven de 21 años y con un grado de discapacidad del 65 por ciento. De hecho, en muchas ocasiones la víctima ni siquiera conocía las palabras que utilizaba su monitora como "remilgado" o las malinterpretaba. "Anoche por tu culpa estaba empapada". A lo que éste respondía: "¿De sudor?". Esto son solo algunos ejemplos de cómo la acusada supuestamente se habría aprovechado de su discapacidad mental.

Discapacidad del 65%

Los hechos, denunciados en su día por la madre de la víctima, ocurrieron entre septiembre y diciembre de 2016 en un centro ocupacional de un municipio de l’Horta cuyo nombre omite Levante-EMV para preservar el anonimato de la víctima. La procesada llevaba trabajando en este puesto desde 2007 hasta que la dirección del centro acordó apartarla de toda actividad laboral en diciembre de 2016 al tener conocimiento de estos hechos sobre un alumno de 21 años con un grado de discapacidad del 65 por ciento. Un juzgado declaró su incapacidad total "debido al carácter persistente de su retraso mental moderado, una deficiencia que le impide gobernarse por sí mismo".

Según el relato del fiscal, "desde el comienzo de las clases la atención de la procesada hacia su alumno fue más allá de la exigida como docente, hasta que en una fecha no determinada y actuando con el propósito de satisfacer su instinto libidinoso, prevaliéndose de su cargo de superioridad y aprovechándose de su especial vulnerabilidad, lo acompañó a los baños anexos a las aulas donde no había nadie y le practicó una felación".

La acusada negó cualquier contacto físico, exceptuando una vez que él le tocó los pechos, pero remarcó que nunca estaban solos y mucho menos que estuviera con su alumno en los baños. "Va en contra de mis principios, estoy ahí para ayudarles", aseguró ante el tribunal. Así, respecto a los mensajes escritos por ella, los atribuyó a los efectos de la medicación que se estaba tomando por una depresión.

Un centenar de wasaps en una noche

El caso se destapó cuando la madre del joven, al observar un comportamiento extraño, le pidió que le enseñara el contenido de los mensajes de su teléfono móvil. Aunque los anteriores a ese día habían sido borrados, esa misma noche se habían intercambiado cientos de mensajes, la mayoría de contenido sexual. En algunos la acusada le pedía que la relación quedara en secreto y en otros se ofrecía a enseñarle distintas prácticas sexuales.