El ir y venir de la gente en la calle l'Horta de Estivella es mayor durante los fines de semana. Los niños juegan con la pelota, las personas mayores descansan al sol, mientras que los más afanosos se van a por el pan o a tomar el vermut al bar de la plaza Rei Jaume. La calle no ha cambiado su fisionomía desde hace décadas. Sin embargo, hace 30 días que no es la misma. Marta Calvo, la joven que se crió jugando en esta calle, ha desaparecido y el duelo ha sumido al pueblo en un silencio sepulcral. «Cuando piensas que ya no puedes estar más alejado de una persona, entonces, pasa esto», asegura un antiguo compañero de estudios de la joven, todavía impactado por lo ocurrido. Hacía más de un año que no la veía, ya que Marta Calvo se había marchado a vivir a València. «Nada se le ponía por delante. Tenía muchísimo carácter. Era valiente como la que más», recuerda.

Marta Calvo había desaparecido del foco para los vecinos de Estivella. Sin embargo, todos la recordaban por ser «cariñosa», «sociable» y «familiar». Era conocida por todos. Asistió a la escuela primaria El Braçal de Estivella, en la calle de l'Horta, donde vivía su abuela. Desde pequeña dejó entrever su personalidad. «Se sabía hacer mucho con el ambiente y con la gente. Iba siempre por delante desde pequeña, parecía que tuviera más edad. Era muy inteligente», continúa el joven, quien prefiere no revelar su identidad. «Es un tema muy delicado, una tragedia. Nadie espera que pase algo así», confiesa.

El recuerdo de la joven planea sobre las calles de la localidad, donde todavía quedan muestras de las acciones llevadas a cabo por el 25-N, Día Contra la Violencia de Género. En los balcones ondean telas adornadas por el colectivo feminista La Tira de Dones y muchos de los bancos de la localidad están pintados de morado con frases como: «Sóc i seré el que vulga ser». Una filosofía que aplicó Marta Calvo con pleno derecho. «Marta, como tantas y tantos jóvenes, quiso moverse con la libertad que proporcionan las redes sociales y se encontró, fortuitamente, con la persona que la hizo desaparecer. Marta es la víctima número 56 de este año a causa de la violencia machista», ha declarado el Ayuntamiento de Estivella en un comunicado, que continúa: «La justificación de la violencia cuestionando la conducta de la propia víctima no se puede permitir en nuestra sociedad. No podemos justificar nunca más a los agresores y a los asesinos. El único responsable de un acto de esta índoles es siempre el asesino».

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Estivella trata de sobreponerse a la desaparición de Marta Calvo

«Máximo respeto a la familia»

Desde el 9 de noviembre -cuando se denunció la desaparición de la joven- no ha habido un día en que no se nombre a Marta en Estivella. «Son días difíciles, porque es que siempre hay una novedad», comenta otro vecino, a punto de entrar en la panadería. «Han estado aquí las cámaras de la televisión. Esto nunca se había visto», lamenta, ya que opina que la prioridad «siempre debe ser el respeto a la familia». «Se habla de Marta, pero la gente aquí procura ser discreta. La familia lo está pasando muy mal». En Estivella viven las dos abuelas de Marta, al igual que su padre y su hermano. Según estas mismas fuentes, «están consternados». Salen de vez en cuando, pero cuando se les pregunta por el caso, no pueden evitar derramar alguna lágrima.

La madre de Marta, por otro lado, vive en Albalat dels Tarongers. Allí residió la joven una temporada, hasta que se trasladó a València, el lugar donde pensaba desarrollar su carrera profesional y abrirse a un mundo de posibilidades. En cuanto se trasladó a la ciudad, poco se supo más de Marta.

Sus continuos cambios de imagen -era una apasionada de la moda y la cosmética- hacía que algunos vecinos no la reconocieran cuando iba al pueblo. Una faceta de su personalidad que comenzó a desarrollar ya en el instituto, en Sant Antoni Abad de Gilet y después, en el colegio San Vicente Ferrer de Sagunt. De hecho, algunas compañeras de clase recuerdan que los profesores regañaban a la joven por ponerse demasiado maquillaje. Pero era en vano. «Marta tenía muchísima personalidad. Sabía perfectamente lo que le gustaba y lo que no y no le importaba lo que pensaran los demás», señala su antiguo compañero.

Fue en València donde la joven forjó sus amistades más íntimas, que la recuerdan como «la princesa de la gran sonrisa». En la ciudad trabajó como dependienta y camarera. Siempre estaba rodeada de gente y frecuentaba las discotecas de la ciudad, donde escuchaba temas de dos de sus cantantes favoritos, Rosalía y Ozuna.

«Lo era para bien y para mal»

La palabra «independiente» es la que más pronuncian aquellos que conocieron de cerca a Marta. «Lo era para bien y para mal», apunta un vecino, que también prefiere mantenerse en el anonimato. De hecho, según esta misma fuente, la joven acostumbraba a ausentarse durante días. Es por ello que sus allegados no se alarmaron cuando no supieron nada de Marta días después de que la joven visitara Manuel, donde se citó con Jorge P. J. Las esperanzas de Estivella están depositadas en los equipos de búsqueda, los únicos capaces de arrojar luz a lo que le sucedió a Marta.